Tu voz: Madurando con dignidad

“La madurez no es algo que llega con la edad, sino con la forma en que apreciamos y disfrutamos la vida”.

La frase anterior es una de las muchas que comparto en el libro “40YMAS” sobre lo que significa ser una mujer madura.  Tu y yo estamos en esta etapa maravillosa de madurez y de cada una de nosotras depende si decidimos gozar o sufrir el haber llegado a esta edad.

Hoy tengo el gusto de compartir contigo un pensamiento sobre este tema que fue escrito por Gaby Cano Jáuregui, una amiga querida de 40ymas.com.

Gaby Cano Jáuregui, es una mujer de 40ymás, licenciada en Comunicaciones, con diplomas de post-grado en Mercadotecnia y Eventos Especiales. Actualmente es directora de ÁLOM SPA en México, D.F. y a su vez colabora en la consultoría CONCEPTO SPA, brindando asesoría a  inversionistas que quieren emprender un centro o clínica SPA.

Aparte de compartir con nosotras esta bella reflexión, Gaby está ofreciendo un 15% de  descuento* en ÁLOM SPA a todas las amigas de 40ymás que viven o vayan de visita a la Ciudad de México.  ¡Todo lo que debes hacer es mencionar que eres seguidora de 40ymas.com al momento de hacer tu cita! (*El descuento no se puede combinar con otros descuentos o promociones. Aplican restricciones.)

Madurando con Dignidad

Por: Gaby Cano Jáuregui

Cuando tenía veinte años, era tan delgada que soñaba con tener algo de “gordito” en mi pancita para que se me viera tan sexy como el abdomen de mi mejor amiga. Un día, cuando menos lo esperaba, apareció y fui la joven más feliz del mundo. Hoy en día, tengo más gordito del que le había pedido a Dios en ese entonces.

En mis veinte, solía ser el centro de atención. Hoy en día, ya no lo soy tanto, pero observo orgullosamente a otras chicas en sus veintitantos manejar el escenario mucho mejor de lo que yo lo llegue a hacer.

En mis veinte, podía subir y bajar las escaleras como gacela. Hoy en día, si las subo ó las bajo, mis rodillas me recuerdan que ya no soy de veinte.

En mis veinte, podía comer todo lo que quería cuantas veces al día, sin subir un solo kilo de más y no desarrollé celulitis hasta cumplir los 38 años. Hoy en día, la celulitis mantiene mis piernas, caderas y pancita calientitas por las noches y durante la temporada de invierno.

En mis veinte, no tenia arrugas. Hoy en día, mi piel muestra las marcas que la sabiduría me ha dejado.

En mis veinte, no tenía canas. Hoy en día,  el tinte y la henna son mis cómplices.

En mis veinte, me daba pena ponerme un bikini de tanga. Hoy en día, me gustaría tener todavía el cuerpo de aquella época para poder lucir una tanga de hilo dental.

En mis veinte, tenía demasiada energía. Hoy en día, anhelo la paz y la tranquilidad.

En mis veinte, tenía que bailar para canalizar mis emociones. Hoy en día, tengo la habilidad de platicarlas; pero me sigue encantando el baile, aun cuando mis pies no obedecen a las señales de mi cerebro.

Nunca he sido “calladita”. Desde el primer día que descubrí que tenía una voz, siempre he dicho lo que pienso. Pero cuando tenía veinte años, no tenía la seguridad de mi misma para saber cuándo abrir la boca. Hoy en día, he desarrollado la seguridad de mi misma pero también la habilidad de escoger mis batallas.

He jugado en las ligas mayores. He nadado con cocodrilos, víboras y tiburones, todos en el mismo tanque. No solo sobreviví, pero me gane su respeto. También he tenido la fortuna de tener a hombres mentores en mi carrera que me guiaron dándome la libertad de ser “yo” en el proceso. Así mismo, fui protegida por mujeres mayores que yo, quienes no solo me guiaron, sino que me llamaron la atención cuando lo necesité. Hoy en día, miro hacia atrás con aprecio y respeto, y trato de hacer lo mismo con las jóvenes que conozco a lo largo de mi camino.

He tenido la bendición de rodearme de amigos quienes no solo demuestran integridad, sinceridad, nobleza, y una naturaleza de cariño y bondad, pero quienes también han estado a mi lado cuando los he necesitado. Espero haberme ganado su aprecio y respeto, así como ellos se han ganado el mío.

Cuando tenía veinte años, pensaba que la acumulación de objetos materiales te volvía rico. Hoy en día, afortunadamente, mi perspectiva es completamente otra.

En mis veinte, tenía miedo de cometer errores. Hoy en día, sé que la única manera de aprender la lección bien, es cometiéndolos.

En mis veinte, pensaba que tenía que comprobarle algo al mundo. Hoy en día, me lleno con solo abrirle la puerta y mi corazón a aquellos seres que me quieran conocer.

En mis veinte, solía asolearme para darle color a mi piel, sufriendo graves consecuencias. Hoy en día, aprecio mi piel de yogurt y le contesto a aquellos que me sugieren “tomar colorcito”, “¿No le pido a mis amigos morenos que se blanqueen la piel, así que porque me piden que obscurezca la mía?”

En mis veinte, quería conquistar el mundo. Hoy en día, solo lo quiero ver, sabiendo que lo único que tenía que conquistar, era a mí misma.

En mis veinte, me sentía de veinte. Hoy en día, tengo 44 pero mi espíritu se siente de 19.

En mis veinte, me reía con una risa fuerte, contagiosa e incontrolable. Hoy en día, me sigo riendo de la misma manera. Es bueno saber que algunas cosas realmente importantes nunca  cambian.

No se dejen llevar por mi aparente auto-estima, porque inseguridades tengo, y muchas; la mayoría opto por no compartir por este medio porque son, después de todo, mi “criptonita”. Sin embargo, hoy en día, también sé que son las que me hacen inconfundiblemente humana.

9 comentarios en “Tu voz: Madurando con dignidad”

  1. NOME PASA LAS MISMAS COSAS, PERO ALGO SIMILAR, YO TENGO 40 Y TENGO ANIMOS DE HACER COSAS QUE NUNCA PENSE HACER YA..

  2. ¡Que hermoso está y cuanta verdad tiene! Mis respetos. Tengo 42 y hay veces que ya no puedo más. No tengo Ilusiones y me siento muy cansada. Gracias por compartirlo me hizo mucho bien

  3. eso es la pura verdad yo a veses pienso en mis 20 lo feliz que fui y lo que me falto disfrustar pero a los 44 que hoy tengo los disfrus to a lo maximo, aceptando todo lo que la edad me a dejado, lo bueno y lo malo

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