La vida es como un río

Muchas veces se ha usado ya la analogía del fluir del río para contrastarlo con el fluir de la vida, donde el agua que observas o en la que nadas nunca será la misma de un momento al otro.

Pero creo que estarás de acuerdo conmigo en que la comparación puede ir un poco más allá. Cuando observas el recorrido de un río te das cuenta que tiene diversas etapas en su trayectoria hacia el mar. Igual que nuestra vida no es siempre constante, en el río hay momentos en donde el agua fluye tranquilamente y otros, como en los rápidos y las cascadas, en donde hay mucha actividad y estrés. Estas características del río son invariables.

Lo que puede variar es cómo decidimos cada una de nosotras viajar por el río. Las posibilidades en ese caso son casi infinitas: puedes elegir usar una balsa profesional con un equipo sofisticado, o recorrer algunos tramos sentada en un neumático con remos de juguete, o decidir aventurarte a nadar de vez en cuando. Puedes escoger usar herramientas que te ayuden a navegar mejor o recorrer el río con los ojos vendados como el personaje de Sandra Bullock en la película de Bird Box.

¡La decisión es totalmente tuya!

Igual que es tu decisión si prefieres recorrer el río total o parcialmente sola, o con amigos, o con familia, o con pareja. Si prefieres que tu recorrido sea un proyecto donde apoyas a otros a lograr cruzarlo, o si escoges solo enfocarte en sufrir los tramos difíciles, o quizá en disfrutar del paisaje y así aprender algo de cada parte del trayecto por muy duro que sea.

Te invito a recordar que finalmente todos los ríos llegan al mismo lugar: un mar al cual no le importa lo largo o corto, lo complicado o apacigüe, lo ruidoso o silencioso del recorrido. El mar, al final, recibe a cada uno de los ríos sin importarle de dónde vienen o cómo llegaron.

40ymas el Libro

Y coincidir…

“Tantos siglos, tantos mundos, tanto espacio… ¡y coincidir!” “Tantos siglos, tantos mundos, tanto espacio… ¡y coincidir!” Esta frase pertenece a una canción escrita por Alberto Escobar que siempre me ha gustado mucho pero que hasta ahora, como mujer de más de 40, resuena realmente en mi alma.

Hasta hace no mucho cuando alguien entraba a mi vida, y causaba un impacto en ella, creía realmente que era algo que “me estaba sucediendo”, que era una coincidencia pero en el sentido de que debía ser una casualidad el hecho de que nuestras vidas se hayan cruzado.

Pero ahora sé que no es así.  Ahora sé en mi corazón que mi vida siempre va a coincidir con la de personas especiales.  Especiales porque están ahí justo en el momento que debe de SER.  Ni un minuto antes, ni un minuto después.  Coinciden conmigo no porque sea una casualidad, sino una causalidad de la vida.  Porque yo tengo algo que aportar en su vida y él o ella tiene algo que contribuir en la mía.

Lo que los demás traen a nuestra vida depende de nosotras. De cómo deseamos enfrentar cada experiencia que compartimos con los demás.  De qué forma decidimos dar a cada vivencia en la que nos relacionamos con los que coincidimos en este mágico mundo:

  • Porque nosotras tenernos el poder de decidir si queremos basar cada relación en amor o en temor.
  • Porque nosotras tenemos el poder de decidir si fomentar una relación o terminarla.
  • Porque nosotras tenemos el poder de decidir  si el coincidir con alguien precisamente HOY es un regalo de la vida o una maldición.

Por eso te invito a que tomes unos minutos y mires a tu alrededor.

Observa a quienes forman parte de tu mundo en este momento: a tu familia, a tus compañeros de trabajo, a tus amigos, a tus amigas de Facebook, a tu pareja…  ¡y permítete vivir plenamente cada una de esas coincidencias que la vida te esta regalando!

De oruga a mariposa

Algo que muchas mujeres hemos aprendido después de los 40 es que las tormentas de la vida dejan huellas indelebles en nosotras que, aunque no siempre lo apreciamos en su momento,  son maravillosamente perfectas.

Muchas hemos vivido experiencias duras y tristes como lo es la muerte o enfermedad de un ser querido, la angustia de ser parte de una familia disfuncional, el dolor causado por el abuso físico o psicológico de nuestra pareja,  la decepción de perder una amiga de toda la vida, o la frustración de ser víctimas de un engaño por parte de alguien en quien confiábamos.

Todas y cada una de estas vivencias dejan una huella en nuestra vida y en la de los que nos rodean.  Son experiencias necesarias en el contexto completo de lo que es nuestra existencia, de lo que somos y de en lo que nos estamos convirtiendo.  Por eso, aunque no lo queramos aceptar, esas vivencias dolorosas son perfectas.

Recordemos que no estamos solas.  Somos parte de un universo maravilloso y todas las experiencias que vivimos tienen una razón de SER.  Este universo es como un gran mural en donde cada una de nosotras es una pincelada, y todas las pinceladas son necesarias para crear esa obra de arte.

¡Pero si duele!

Claro que duele.  Las tormentas de la vida pueden doler, y mucho.  ¿Qué digo yo?  ¡duelen muchísimo!

Pero no olvidemos que esas experiencias difíciles son las que nos ayudan a cambiar, a crecer, a transformarnos, a convertirnos en lo que somos y en lo que deseamos SER.  Esa es la forma en que la naturaleza funciona.

La naturaleza, por ejemplo, ha creado a la oruga, un insecto con poderosas mandíbulas que es bastante destructor.  La oruga una vez que ha crecido lo suficiente teje un capullo en donde lleva a cabo su metamorfosis. Al final de esta transformación milagrosa la oruga se convierte en mariposa, un SER hermoso que tiene que luchar con mucho dolor para poder deshacerse de ese capullo y comenzar su nueva vida.  ¡Así que el dolor de la mariposa vale la pena!

Por eso te invito a que cada vez que te enfrentes a una situación dificil pienses en la transformación de la oruga en mariposa, y recuerdes que cada desafío tiene una razón de ser y que tú tienes todo lo que necesitas dentro de ti para enfrentarlo, crecer, y continuar siendo la mujer bella y maravillosa que eres y que siempre serás.

Recupera tu poder

Últimamente alguien me dijo que se sentía “decepcionado” de mí.   La verdad es que durante muchos años comentarios así me hacían sentir terriblemente mal, sin importar quién me los dijera.

Lo que pasaba es que, hasta que cumplí los 40 años, me dediqué a entregar mi poder a las personas que formaban parte de mi vida, permitiéndoles que afectaran mis sentimientos así como así.  Obviamente yo no hacía esto de manera consciente, pero vivía mi vida esforzándome por complacer a todas las personas de mi entorno.  Me la pasaba intentando evitar el decepcionar a alguien, y en el intento me olvidé de mi misma y de mi propio poder.

¿Por qué regalamos nuestro poder a los demás?

Como mujer de 40 y más, me he dado cuenta de que antes me pasaba dándole mi poder a los demás, permitiéndoles que hicieran de mi lo que quisieran. Ninguna de esas personas eran malas, claro que no, algunos ni siquiera sabían que yo les había entregado mi poder. Otras veces, simplemente entregue mi poder a alguien intentando no decepcionarlo al convertirme en esa persona que yo pensaba que EL esperaba que yo fuera.

Pero esa fue mi responsabilidad y solo mía.  YO fui quien entrego mi poder a otros. Yo solita. Nadie me obligó.

¿Cómo puedes recuperar tu poder?

La única manera de SER quien TU deseas ser en esta vida es recuperando tu poder como mujer y siguiendo tu verdad.  Esto puede ser una labor muy ardua para algunas y muy fácil para otras. Pero antes que nada es necesario reconocer que hemos dado nuestro poder a otra u otras personas.

Le damos nuestro poder a nuestro jefe cuando nos preocupamos si nuestras acciones nos van a costar a nuestro empleo; en lugar de simplemente dar lo mejor de nosotras mismas, dispuestas a aprender y sin permitir que el mal carácter o la mala disposición de los demás nos afecte.

Le damos nuestro poder a nuestros seres queridos todo el tiempo: “Sería una gran escritora, si tan sólo mi pareja me apoyara”, “Estoy tratando de comer más saludablemente, pero él no deja de traer a casa comida chatarra.” ¿En serio? ¿Esas personas tienen TANTA influencia sobre nosotras que les hemos dado el poder de decidir nuestras acciones y nuestros resultados?

Recuperar el poder es decisión de cada una de nosotras.  Si te cuesta trabajo confiar en ti misma para en manejar tu propio poder, y eres creyente, entonces intenta por lo menos dejarlo en manos de tu Dios (cualquiera que éste sea).

¿Y la decepción?

Recuerda que “decepción” no es más que un sinónimo de “no estás haciendo lo que yo quiero que hagas”.  Esto quiere decir que la decepción NO te pertenece.  Le pertenece a la otra persona que tiene sus propias expectativas sobre ti.  Expectativas que NO son tuyas cuando tú te encuentras en control de TU poder y sabes lo que quieres SER.

Esa persona que estaba decepcionada de mí tenía sus razones para estarlo. Yo había elegido hacer algo que era contrario a lo que el quería que yo hiciera. Y la verdad es que últimamente he decepcionado a muchos. Con esto no me refiero a hacerle daño a nadie, sino que en el proceso de recuperar mi poder me estoy dedicando a hacer las cosas que yo sé que me van a ayudar a crecer en mi vida personal, espiritual y profesional.  Y eso no siempre es del agrado de los demás.

¿Y tú? ¿Ya sabes quién tiene TU poder? ¿Estás lista para recuperarlo?