La vida es como un río

Muchas veces se ha usado ya la analogía del fluir del río para contrastarlo con el fluir de la vida, donde el agua que observas o en la que nadas nunca será la misma de un momento al otro.

Pero creo que estarás de acuerdo conmigo en que la comparación puede ir un poco más allá. Cuando observas el recorrido de un río te das cuenta que tiene diversas etapas en su trayectoria hacia el mar. Igual que nuestra vida no es siempre constante, en el río hay momentos en donde el agua fluye tranquilamente y otros, como en los rápidos y las cascadas, en donde hay mucha actividad y estrés. Estas características del río son invariables.

Lo que puede variar es cómo decidimos cada una de nosotras viajar por el río. Las posibilidades en ese caso son casi infinitas: puedes elegir usar una balsa profesional con un equipo sofisticado, o recorrer algunos tramos sentada en un neumático con remos de juguete, o decidir aventurarte a nadar de vez en cuando. Puedes escoger usar herramientas que te ayuden a navegar mejor o recorrer el río con los ojos vendados como el personaje de Sandra Bullock en la película de Bird Box.

¡La decisión es totalmente tuya!

Igual que es tu decisión si prefieres recorrer el río total o parcialmente sola, o con amigos, o con familia, o con pareja. Si prefieres que tu recorrido sea un proyecto donde apoyas a otros a lograr cruzarlo, o si escoges solo enfocarte en sufrir los tramos difíciles, o quizá en disfrutar del paisaje y así aprender algo de cada parte del trayecto por muy duro que sea.

Te invito a recordar que finalmente todos los ríos llegan al mismo lugar: un mar al cual no le importa lo largo o corto, lo complicado o apacigüe, lo ruidoso o silencioso del recorrido. El mar, al final, recibe a cada uno de los ríos sin importarle de dónde vienen o cómo llegaron.

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¿Cuál es tu EXTRA?

¿Qué es lo que hace que un día ordinario se convierta en extraordinario? ¿Cuándo recibes una buena noticia? ¿Cuándo sucede algo inesperado? ¿Cuándo ves a alguien muy querido?

Tu hija mayor te dice que va a tener un bebé…  te invitan al concierto de tu cantante favorito… tu amiga que vive lejos te visita.

Los anteriores son eventos que pueden hacerte sentir que tu día es extraordinario, fuera de lo común, ¡un día verdaderamente especial!

¿Pero son los eventos en si los que son extraordinarios o es TU forma de apreciar esos acontecimientos lo que los hace extraordinarios?

Tener un nieto es para ti algo extraordinario, pero quizá para la mamá de tu yerno no lo sea ya que no le gustan los niños pequeños.  Tu cantante favorito no es el cantante favorito de tu pareja así que ir a ese concierto no es precisamente extraordinario para él.  Tu amiga viene de visita pero se va de nuevo en unas horas, y el que se vaya es un suceso triste y no extraordinario.

¿Te das cuenta? Lo EXTRA en extraordinario lo pones TÚ, y no el evento en sí.

Un bebe no es extraordinario, hay millones de bebes en el mundo, pero es TU actitud hacia el nacimiento de ESE bebe en particular lo que lo hace especial. Lo mismo sucede con el cantante y la visita de tu amiga.

Sin tenemos esa maravillosa capacidad de crear lo extraordinario con nuestra simple actitud ¿entonces por qué no hacemos que todos los días de nuestra vida sean así? ¿Por qué no usamos nuestra capacidad creadora para ver lo milagroso, lo sorprendente y lo asombroso en cada evento que calificamos de “ordinario”?

Desde la sonrisa sincera de alguien que amas, hasta el sabor exquisito de un platillo que preparaste para la comida pueden ser extraordinarios si TÚ así lo decides.

Por eso te invito a que reflexiones sobre qué clase de vida deseas vivir ¿una vida ordinaria o una vida extraordinaria?

¡La decisión es TUYA!

50 palabras, 60 palabras o 100

Mecano

Llevo varios días con una canción de Mecano rondando en mi cabeza y no me la puedo sacar de la mente.

Cuando lo anterior sucede, me he dado cuenta que generalmente es porque existe algún mensaje que me estoy tratando de dar a mí misma que no estoy queriendo escuchar, y mi inconsciente busca la manera más creativa de lograrlo.  Es como si me alguien me estuviera enviando un correo electrónico y mi charola de mensajes recibidos está saturada, así que no queda de otra que llevarme una serenata que suena y resuena hasta que finalmente la escucho.

¿Un mensaje a ti misma, Blanca? ¿Una serenata? ¿Pero qué te has vuelto loca? Probablemente estés pensando mientras lees esto.

Pero la idea no es tan descabellada.  Pregúntate por un momento: ¿quién es la persona que mejor te conoce en este mundo? No es tu madre, ni tu padre, ni tu pareja, ni tus hijos, ni tu mejor amiga de toda la vida.  Esa persona eres TU misma. Lo que sucede es que pocas veces nos preocupamos por nutrir esa relación con nuestro SER interior simplemente porque o no nos interesa, o no pensamos que sea importante, o porque estamos muy ocupadas con “el barullo de los tiempos”, como dice esa canción de Mecano que sigue rondando mi mente.

Pero aunque no fomentemos esa relación a través de la contemplación, el escribir, el meditar, las artes, o alguna otra actividad que nos conecte con nosotras mismas, eso no significa que no exista eso a quien algunas personas llaman alma, o esencia, o espíritu,  o SER interior.

Y ese SER interior es muy real y está ahí.  Es una parte integral de quienes somos.  Nuestro SER exterior se relaciona con la experiencia que tenemos con el mundo externo, y el SER interior la que llevamos con nuestro mundo interno.  Ambos seres se complementan y se nutren uno de otro.

Cuando llevamos una verdadera relación con nosotras mismas, lo que sucede es que se abre naturalmente el canal de nuestra intuición y nuestra creatividad para que éstas fluyan de adentro hacia afuera.  Es cuando más plenas y felices nos sentimos porque nos vemos y reconocemos como las creadoras de nuestra propia vida.

Pero cuando no hacemos caso a nuestro SER interior, éste encuentra la forma de enviarnos los mensajes que necesitamos de múltiples maneras: una frase inspiradora con la que “te topas” sin querer en Facebook, o las palabras de un perfecto desconocido que escuchas en la cola del cine, o la letra de una canción que no te puedes quitar de la cabeza…

Por eso, cuando tú misma experimentes una situación como las anteriores, te invito a reflexionar sobre que tanto te has olvidado de tu ser interior últimamente y que escuches atentamente al mensaje que te está enviando, porque ese mensaje ¡es un REGALO que te estás dando a ti misma por algo y PARA ALGO!

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Construir sobre lo destruido

Ayer escuche en la radio a un comentarista que decía que el huracán Sandy, el cual ha devastado el noreste de los Estados Unidos, puede a mediano plazo ser la salvación de la economía de ese país, ya que debido a la destrucción de ciudades como Nueva York y la costa de Nueva Jersey se generarán miles de nuevos empleos dedicados a la reconstrucción.

Este comentario me dejo pensando en que todo, menos la perdida de vida humana, se puede “reconstruir” después de una tragedia si decidimos ver la situación desde un punto de vista positivo y de oportunidad en lugar de quedarnos “atoradas” en la desdicha.

El rompimiento de una relación sentimental, por ejemplo, es el equivalente a la destrucción de la misma.  Se “destruye” lo que habíamos creado en pareja y depende de nosotras si nos quedamos viendo las “ruinas” de lo que fue esa relación, llorando eternamente por lo que hubo en su momento, o si nos disponemos a reconstruir y fortificar nuestros cimientos emocionales para así tener la oportunidad de “construir” una nueva relación cuando llegue el momento.

Lo mismo aplica cuando nos quedamos sin empleo, cuando tenemos un problema de salud, o cuando cualquier cosa o situación importante para nosotras se complica, se debilita considerablemente, o simplemente llega a su fin.

Ese es el ciclo de la vida.  Construir sobre lo destruido.  Aprender de cada experiencia y levantarnos de las cenizas como el Ave Fénix  que muere para renacer en toda su gloria.

El poder de reinventarnos cada día como una mejor versión de nosotras mismas es uno de los dones que la vida nos ha dado, y es precisamente en los momentos de “destrucción” cuando podemos usar nuestra creatividad para transformar las dificultades en oportunidades de crecimiento.

Por eso la próxima vez que te sientas devastada y creas que tu vida se está viniendo abajo, recuerda que toda experiencia tiene su razón de ser y que de ti depende si decides usarla como una escalera que sube… o que baja.