No lo hubieras hecho…

En nuestro vocabulario, las mujeres contamos con frases que usamos continuamente para comunicarnos con las personas que queremos, pero raramente nos detenemos a pensar en el efecto que éstas tienen en los demás.

“No hagas eso…”, es una frase limitante que como madres usamos mucho para proteger a nuestros hijos: “no te quites la bufanda”, “no te subas a la escalera”, “no andes en motocicleta”, “no llegues tarde…”  Cuando decimos lo anterior es porque deseamos mostrar a la otra persona que nos preocupa su bienestar y que no queremos que tengan problemas o sufran consecuencias graves debido a sus acciones.

Más o menos en la misma categoría cabe la frase “no lo vuelvas a hacer”: “no vuelvas a llegar a esa hora”, “no vuelvas a subirte a la azotea”, “no vuelvas a llamarle a esa persona”.  Son frases imponentes que a nadie le gusta escuchar, pero que sirven para entender que las secuelas de repetir una acción pueden dañarnos de alguna manera.

Pero hay una frase que, en mi opinión, no sirve para nada, no expresa nada, y no ayuda a nadie a nada: “No lo hubieras hecho…”

Piénsalo así, cuándo dices una frase como: “No le hubieras escrito”, “no hubieras ido”, “no hubieras contestado…” ¿qué le estás diciendo realmente a esa persona? ¿En qué la estás ayudando?

Lo hecho, hecho está.  Si alguien de tu entorno hace algo que tiene consecuencias, nada va a cambiar el que le reproches el haberlo hecho en primer lugar. Esa persona tomó una decisión y el decirle que “no la hubiera tomado” es una expresión de que no respetas su decisión.

Con esto no quiero decir que te quedes callada cuando sientes que alguien cercano a ti está creando una situación negativa para él o ella misma con base en sus acciones o decisiones.  Lo que te quiero invitar es a reflexionar en cómo puedes realmente entender la razón del por qué lo hizo para apoyarlo y ayudarle a crecer.

Qué tal si en lugar de lanzar un “no lo hubieras hecho”, le preguntas genuinamente y sin juicios  por qué decidió hacerlo.  Esta es una forma de realmente mostrar interés en las decisiones de la otra persona, de generar empatía, de iniciar una conversación que los lleve a conocerse mejor y en dónde estés realmente dando valor a su relación.

Porque recuerda que en el DAR está siempre el RECIBIR.

40ymas el Libro

Puedes contar conmigo

Puedes contar conmigo

La vida, estarás de acuerdo conmigo amiga de 40ymás, es como una montaña rusa donde todo cambia todo el tiempo. Donde hay momentos en que estamos arriba y otros en que estamos abajo, en donde hay instantes tranquilos y otros de gran emoción (o miedo, depende de cómo lo decidamos experimentar).

Una de las únicas constantes en este subir y bajar de emociones y acciones es nuestra tribu. Son las personas con las que hemos decidido compartir esta aventura llamada vida; algunas están con nosotras desde siempre y otras las hemos elegido en nuestros 40 y más años en este mundo. Son nuestra familia, nuestros amigos y amigas, nuestros cómplices. Son, en pocas palabras, las personas que realmente amamos.

¿Te imaginas si esa tribu no existiera? No importa si se conforma de una sola persona o de mil, ¿cómo crees que sería tu vida sin alguien con quien compartirla, vivirla, discutirla…?

Cada una de esas personas son parte de ti, como tú eres parte de ellas y ellos. Son el espejo donde ves reflejadas tus ilusiones, tus metas, tus anhelos, tus deseos, tus éxitos y tus retos; y tú eres lo mismo para cada uno de ellos.

Si no contaras con esa tribu, tu vida sería muy diferente, y creo que es motivo de gratitud que hayan aceptado ser parte de nuestra existencia y que nos estén acompañando en nuestro crecimiento como mujeres.

Por eso te invito a DAR GRACIAS en la próxima oportunidad que tengas. A recordarles que pueden contar contigo como tú has contado siempre con cada uno de ellos.

Las acciones son importantes, pero en este mundo donde el ruido exterior nos distrae a cada momento, a veces es bueno decirlo en voz alta como en el bello poema de Mario Benedetti: “Hagamos un Trato”.

Hagamos un trato

MARIO BENEDETTI

Compañera,
usted sabe
que puede contar conmigo,
no hasta dos ni hasta diez
sino contar conmigo.
 
Si algunas veces
advierte
que la miro a los ojos,
y una veta de amor
reconoce en los míos,
no alerte sus fusiles
ni piense que deliro;
a pesar de la veta,
o tal vez porque existe,
usted puede contar
conmigo.
 
Si otras veces
me encuentra
huraño sin motivo,
no piense que es flojera
igual puede contar conmigo.
 
Pero hagamos un trato:
yo quisiera contar con usted,
es tan lindo
saber que usted existe,
uno se siente vivo;
y cuando digo esto
quiero decir contar
aunque sea hasta dos,
aunque sea hasta cinco.
 
No ya para que acuda
presurosa en mi auxilio,
sino para saber
a ciencia cierta
que usted sabe que puede
contar conmigo.

¿Cómo construye el internet puentes imaginarios?

Que las redes sociales han revolucionado el internet, no es ninguna novedad. El crecimiento en el  número de usuarios de éstas ha evolucionado de forma notoria. El simple hecho de que Facebook cuente hoy con más de un millón de millones de usuarios y que en la página de 40ymás en esta red social ya seamos casi 54,000 mujeres de más de 40 es testimonio de que hoy en día la mayoría de las personas tenemos una cuenta en alguna red social.

Existen redes sociales conocidas y utilizadas a nivel nacional y otras que son utilizadas en un contexto global, pero todas ellas construyen puentes imaginarios entre los usuarios. Tanto al compartir fotos, mensajes, videos, o al enviar obsequios, como por ejemplo pasteles o flores a través de tarjetas virtuales, servicio que es ofrecido por millares de sitios web.

Las conocidas e-cards han ganado importancia en los últimos años. Es posible a través de las mismas enviar mensajes musicales y hasta configurarlas de tal forma que parezcan un periódico o hasta un cartel de cine, incluyendo fotos de la persona que las recibe.

En lo personal, durante todos los años que viví fuera de mi país, utilicé mucho esta forma de mostrar afecto a mis seres queridos desde el otro lado del mundo.

Pero la realidad es que aunque el internet acorte la distancia, enviar tarjetas de flores por email, o a través de redes sociales no es lo mismo que entregar y recibir flores personalmente, ya que al leer un comentario o ver una imagen solo usamos uno de nuestros sentidos (la vista). En cambio, cuando recibimos un ramo de flores, podemos además de contemplarlas, al sentir el lindo perfume que emanan las mismas, acordarnos de momentos maravillosos que pasamos junto a la persona querida que las ha enviado.  Lo mismo acontece cuando algún familiar vive en el extranjero, podemos hablar con él por teléfono o enviarle algún recado, pero no se compara al verlo, y abrazarlo cuando finalmente visita nuestro hogar.

Es por eso que a pesar de tener algún costo, ahora que yo soy la que estoy en mi propio país y tengo familia y amigos fuera de México, intento, de vez en cuando y cuando la ocasión es importante y lo amerita, utilizar algunos métodos tradicionales, como enviar cartas por correo en vez de hacerlo por email y enviar flores a domicilio u otros obsequios utilizando una empresa de confianza en vez de hacerlo a través de redes sociales, ya que la frialdad de una máquina no se compara al valor de una muestra de cariño o al perfume de una rosa.

¿Vivir o sobrevivir?

“La muerte está tan segura de su victoria, que nos da toda una vida de ventaja”, dice un dicho popular.

Porque en esta vida solamente hay dos cosas ciertas: que un día nacimos y que un día esta experiencia va a terminar.  No sabemos cuándo ni dónde, pero sabemos con certeza que eso sucederá en algún momento.

Lo que decidimos ser y hacer entre esos dos eventos es totalmente nuestra decisión.

Nosotras podemos decidir si queremos pasar una vida viviendo o simplemente sobreviviendo. Si preferimos usar nuestro tiempo en esta Tierra para descubrir quienes somos realmente y compartir esa experiencia con los demás, o si alternativamente tomamos la ruta del jugar a que esta vida se trata de sufrimiento y separación.

Lo cierto es que nuestro tiempo para jugar y experimentar en esta vida es limitado, y como bien dice Jeffrey Davis en esta reflexión que comparto con ustedes hoy, es decisión de cada uno como mantiene la perspectiva sobre sus prioridades mientras la existencia nos da la oportunidad de SER y estar aquí.

Espero que la reflexión les guste y las ponga a pensar tanto como a mí…

Las mil canicas

Por: Jeffrey Davis

Cuanto más envejezco, más disfruto de las mañanas del sábado.

Tal vez es la quieta soledad que viene por ser el primero en levantarse o quizá el increíble gozo de no tener que ir al trabajo.  De todas maneras, las primeras horas de un sábado son en extremo deliciosas.

Hace unas cuantas semanas, me dirigía hacia mi equipo de radio-aficionado, con una humeante taza de café en una mano y el periódico en la otra. Lo que comenzó como una típica mañana de sábado, se convirtió en una de esas lecciones que la vida parece darnos de vez en cuando. Déjenme contarles…

Sintonicé mi equipo de radio en banda de 20 metros, para entrar en una red de intercambio de sábado en la mañana.

Después de un rato, me tope con un compañero que sonaba un tanto mayor, con buena señal y voz. Pueden imaginarse al tipo, sonaba como si estuviese en el negocio de las comunicaciones. Él le estaba diciendo a quien estuviese conversando con el algo acerca de “las mil canicas”.

Quedé intrigado y me detuve para escuchar con atención lo que tenía que decir:

“Bueno, Tom, de veras que parece que estás ocupado con tu trabajo. Estoy seguro que te pagan bien, pero es una lástima que tengas que estar fuera de casa y lejos de tu familia tanto tiempo. Es difícil imaginar que un hombre joven tenga que trabajar 60 o 70 horas a la semana para sobrevivir. ¡Qué triste que te perdieras la presentación teatral de tu hija!”

Continuó:

“Déjame decirte algo, Tom, algo que me ha ayudado a mantener una buena perspectiva sobre mis prioridades.”

Y entonces fue cuando empezó a explicar su teoría sobre las “mil canicas”.

“Mira, me senté un día e hice algo de aritmética. La persona promedio vive unos 75 años, algunos viven más y otros menos, pero en promedio, la gente vive unos 75 años.”

“Entonces multipliqué 75 años por 52 semanas por año y obtuve 3,900 que es el número de sábados que, la persona promedio habrá de tener en toda su vida.  No te distraigas y sígueme, Tom, que voy a la parte importante.”

“Me tomó hasta que casi tenía 55 años pensar todo esto en detalle”, continuó, “Y para ese entonces, ¡ya había vivido más de 2,800 sábados!”

“Me puse a pensar que si llegaba a los 75, solo me quedaban 1000 sábados más que disfrutar. Así que fui a una juguetería y compré todas las canicas que tenían.  Tuve que visitar tres tiendas para obtener 1000 canicas. Las llevé a casa y las puse en una fuente de cristal transparente, junto a mi equipo de radio aficionado.  Cada sábado a partir de entonces, tomé una canica y la he tirado.”

“Descubrí que al observar como disminuían las canicas, me enfocaba más sobre las cosas verdaderamente importantes en la vida. No hay nada como ver cómo se te agota tu tiempo en la tierra, para ajustar y adaptar tus prioridades en la vida.”

“Ahora déjame decirte una última cosa antes que nos despidamos y lleve a mi bella esposa a desayunar. Esta mañana, saqué la última canica de la fuente de cristal y entonces me di cuenta de que si vivo hasta el próximo sábado me habrá sido dado un poquito más de tiempo de vida, y si hay algo que todos podemos usar es un poco más de tiempo”

“Me gustó conversar contigo, Tom, espero que puedas estar más tiempo con tu familia y espero volver a encontrarnos aquí en la banda.  Hasta pronto, se despide “el hombre de 75 años”, cambio y fuera, ¡Buen día!.”

Uno podría haber oído un alfiler caer al suelo en la banda cuando este amigo se desconectó. Creo que nos dio a todos, bastante para pensar.

Yo había planeado trabajar en la antena aquella mañana y luego iba a reunirme con unos cuantos radio aficionados para preparar la nueva circular del club.

En vez de aquello, desperté a mi esposa con un beso, “vamos querida, te quiero llevar con los chicos a desayunar afuera”. –

“¿Qué pasa?” preguntó sorprendida.

“Nada, es que no hemos pasado un sábado juntos con los chicos en mucho tiempo. Por cierto, ¿podemos parar en la juguetería a mientras estamos fuera? Necesito comprar algunas canicas…”