En nuestro vocabulario, las mujeres contamos con frases que usamos continuamente para comunicarnos con las personas que queremos, pero raramente nos detenemos a pensar en el efecto que éstas tienen en los demás.
“No hagas eso…”, es una frase limitante que como madres usamos mucho para proteger a nuestros hijos: “no te quites la bufanda”, “no te subas a la escalera”, “no andes en motocicleta”, “no llegues tarde…” Cuando decimos lo anterior es porque deseamos mostrar a la otra persona que nos preocupa su bienestar y que no queremos que tengan problemas o sufran consecuencias graves debido a sus acciones.
Más o menos en la misma categoría cabe la frase “no lo vuelvas a hacer”: “no vuelvas a llegar a esa hora”, “no vuelvas a subirte a la azotea”, “no vuelvas a llamarle a esa persona”. Son frases imponentes que a nadie le gusta escuchar, pero que sirven para entender que las secuelas de repetir una acción pueden dañarnos de alguna manera.
Pero hay una frase que, en mi opinión, no sirve para nada, no expresa nada, y no ayuda a nadie a nada: “No lo hubieras hecho…”
Piénsalo así, cuándo dices una frase como: “No le hubieras escrito”, “no hubieras ido”, “no hubieras contestado…” ¿qué le estás diciendo realmente a esa persona? ¿En qué la estás ayudando?
Lo hecho, hecho está. Si alguien de tu entorno hace algo que tiene consecuencias, nada va a cambiar el que le reproches el haberlo hecho en primer lugar. Esa persona tomó una decisión y el decirle que “no la hubiera tomado” es una expresión de que no respetas su decisión.
Con esto no quiero decir que te quedes callada cuando sientes que alguien cercano a ti está creando una situación negativa para él o ella misma con base en sus acciones o decisiones. Lo que te quiero invitar es a reflexionar en cómo puedes realmente entender la razón del por qué lo hizo para apoyarlo y ayudarle a crecer.
Qué tal si en lugar de lanzar un “no lo hubieras hecho”, le preguntas genuinamente y sin juicios por qué decidió hacerlo. Esta es una forma de realmente mostrar interés en las decisiones de la otra persona, de generar empatía, de iniciar una conversación que los lleve a conocerse mejor y en dónde estés realmente dando valor a su relación.
Porque recuerda que en el DAR está siempre el RECIBIR.