¡Usa tu voz!

Algo que muchas mujeres no nos damos cuenta hasta que llegamos a esta edad maravillosa que son los 40YMAS es la importancia de usar nuestra voz para que otros no hablen por nosotras.

No usamos nuestra voz cuando permitimos que nuestra pareja sea la que decida el rumbo de nuestra vida, nuestros hijos el rumbo de nuestro día a día, nuestros colegas el rumbo de nuestra carrera, nuestro gobierno el rumbo de nuestro bienestar, nuestra sociedad el rumbo de nuestro pensar, nuestra religión el rumbo de nuestro sentir…

Nuestra voz es todo eso que como mujeres podemos decir pero callamos, y también implica todo eso que deseamos expresar y que no nos atrevemos a hacerlo porque es más cómodo que alguien más hable por nosotras, o porque simplemente nos da miedo el que otros nos juzguen, nos critiquen o simplemente no nos escuchen.

Tu voz es la expresión de tu ser y no solo se manifiesta hablando, sino también cantando, pintando, bailando, cocinando, escribiendo, esculpiendo, riendo… es todo eso que vive dentro de ti y que compartes con tu entorno para que tu entorno se vuelva parte de ti.

Como dice el dicho “si no hablas, Dios no te oye”, es decir, si no expresas tu voz lo que terminaras haciendo es vivir tu vida como otros desean que la vivas, y no de acuerdo a tus propios deseos y anhelos.

Por eso hoy te invito a que uses tu voz.  Di lo que piensas, di lo que sientes, di lo que deseas.  Mientras que no lastimes a nadie, el usar tu voz es una de las armas más poderosas que tienes para afirmar tu presencia en esta vida y así vivirla como TÚ misma deseas.

¡Úsala!

La verdadera riqueza

Ayer fui a dejar a mi hija a casa de una amiguita que vive en uno de los fraccionamientos más lujosos de la ciudad.  “Aquí vive la gente más rica de la ciudad, ¿verdad mami?”, fue su pregunta, la cual sonó más  bien a afirmación.

“No, le conteste sin pensarlo dos veces, porque si fuera así, yo viviría aquí”.

Esa corta platica me puso a reflexionar en todo eso por lo cual estoy agradecida en la vida.  En todas esas riquezas que he tomado por un hecho y que rara vez me detengo a apreciar realmente por vivir distraída y enfocada en tonterías.

Mi fortuna hoy en día es inmensa.  No la mido en tesoros físicos, sino en experiencias que han enriquecido mi vida durante mis 40 y más años de vida.

La existencia ha sido sumamente generosa conmigo y por eso le doy gracias.

Gracias, entre muchas otras cosas, porque…

  • No tengo una casa de lujo, pero tengo un hogar que comparto con una hija que amo y que me ama.
  • No tengo un auto de colección, pero tengo un cuerpo sano que me ayuda a conducirme firmemente por la vida.
  • No tengo una cuenta de banco con millones, pero cuento con millones de experiencias propias y compartidas conmigo por mujeres maravillosas que pertenecen a este espacio y que han depositado en mí su cariño y su confianza.
  • No tengo un avión propio, pero cuento con una capacidad creativa y de imaginación infinita que me lleva a atreverme a vivir experiencias exóticas y sumamente emocionantes.
  • No pertenezco a ningún club exclusivo, pero tengo amigos sinceros y una familia que me ama como soy.
¿Y TÚ, te has puesto a pensar alguna vez cual es TU verdadera riqueza?

A todas las mujeres hermosas

Miles de pensamientos, poemas y canciones se han escrito en honor a las mujeres.  Somos verdaderas musas de muchos hombres que encuentran en la belleza femenina una inspiración para su obra.

Pero pocos son los hombres que realmente aprecian la belleza de la mujer cotidiana y la plasman tan hermosamente como lo ha hecho el escritor peruano Mario Vargas Llosa, Premio Nobel de Literatura 2010.

Lo que comparto con ustedes a continuación va más allá de un simple escrito.  Es una verdadera oda a las mujeres como tú y como yo que “sin medidas perfectas, sin tacones de vértigo”…y con algunas arrugas, somos hermosas aunque a veces lo olvidemos.

¡Espero que te guste y lo disfrutes tanto como yo!

Todas las flores del desierto están cerca de la luz

por Mario Vargas Llosa

Todas las mujeres bellas son las que yo he visto, las que andan por la calle con abrigos largos y minifaldas, las que huelen a limpio y sonríen cuando las miran. Sin medidas perfectas, sin tacones de vértigo. Las mujeres más bellas esperan el autobús de mi barrio o se compran bolsos en tiendas de saldo. Se pintan los ojos como les gusta y los labios de carmín de chino.

Las flores del desierto son las mujeres que tienen sonrisas en los ojos, que te acarician las manos cuando estás triste, que pierden las llaves al fondo del abrigo, las que cenan pizza en grupos de amigos y lloran sólo con unos pocos, las que se lavan el pelo y lo secan al viento.

Las bellezas reales son las que toman cerveza y no miden cuántas patatas han comido, las que se sientan en bancos del parque con bolsas de pipas, las que acarician con ternura a los perros que se acercan a olerlas. Las preciosas damas de chándal de domingo. Las que huelen a mora y a caramelos de regaliz.

Las mujeres hermosas no salen en revistas, las ojean en el médico, y esperan al novio, ilusionadas, con vestidos de fresas. Y se ríen libres de los chistes de la tele, y se tragan el fútbol a cambio de un beso.

Las mujeres normales derrochan belleza, no glamour, desgastan las sonrisas mirando a los ojos, y cruzan las piernas y arquean la espalda. Salen en las fotos rodeadas de gente sin retoques, riéndose a carcajadas, abrazando a los suyos con la felicidad embotellada de los grandes grupos.

Las mujeres normales son las auténticas bellezas, sin gomas ni lápices.  Las flores del desierto son las que están a tu lado.  Las que te aman y las que amamos.  Sólo hay que saber mirar más allá del tipazo, de los ojazos, de las piernas torneadas, de los pechos de vértigo. Efímeros adornos, vestigios del tiempo, enemigos de la forma y enemigos del alma. Vértigo de divas y llanto de princesas.

La verdadera belleza está en las arrugas de la felicidad…

Nuestros maestros de vida

El 15 de mayo se celebra el Día del Maestro en México, un día en que festejamos a esas personas maravillosas que dedican su vida a la educación de los niños y jóvenes de nuestro país.

Todas tenemos a algún maestro que ha sido importante en nuestra vida y a quien deseamos darle las gracias.

Yo tuve maestros que fueron parte esencial de mi educación tanto en la escuela como en la universidad.  Hubo por lo menos tres personas muy especiales en mi crecimiento profesional, y tres seres increíbles que han sido mis maestros espirituales.

A todos ellos les doy las gracias de corazón.

También ha habido muchos otros maestros a quienes quiero dar las gracias.  Maestros que quizá no me gusto mucho en su momento que aparecieran en mi vida, pero que gracias a ellos me he convertido en la mujer que soy hoy.

  • Gracias a quien me estafó, porque me enseño el poder de discernir.
  • Gracias a quien abusó de mi tiempo y esfuerzo, porque me enseño el poder de saber decir que NO.
  • Gracias a quien me quiso hacer creer que soy débil, porque me enseño el poder de hacer posible lo imposible.

Hoy te invito a dar gracias por todos esos maestros que están ahora o que han pasado por tu vida con alguna enseñanza especial y a abrir tu corazón a nuevas experiencias de aprendizaje.

Porque como dice ese sabio proverbio budista: “Solo cuando el alumno está listo, el maestro aparece”.