Amistad, divino tesoro.
Algo que a la mayoría de las mujeres nos sucede después de los 40 es que nos damos cuenta de que la vida es cambio.
Todo, absolutamente todo lo que se encuentra vivo, está sujeto a constantes cambios. Si algo no cambia continuamente es simple y sencillamente porque está muerto.
Uno de los terrenos en los que notamos cambios infalibles cuando llegamos a los cuarenta es en el de nuestras relaciones, tanto con nuestra familia como con nuestros amigos. A esta edad redefinimos lo que el amor y la amistad significan para nosotras y experimentamos nuestras relaciones desde una perspectiva diferente.
Hoy tengo el gusto enorme de compartir con ustedes un artículo de Lilyán de la Vega sobre precisamente este tema.
Lilyán es escritora independiente, periodista por vocación y traductora profesional. Es feminista y ecologista por convicción, y una apasionada bloguera. En abril del 2008 creó su primer blog, “Los cuarenta y sus alrededores”, para hablar sobre la experiencia de entrar en su cuarta década de vida. Le encanta la blogósfera y cuenta, entre sus blogs consentidos, con algunos de poesía. En la actualidad trabaja en su primera novela para niñas y en un libro de poemas. Es mamá desde hace 10 años y lo fue por segunda vez ¡hace apenas 3!
Te amo
Por: Lilyán de la Vega
Tener un amigo es una gran bendición y un privilegio. Y es en esta etapa de mi vida que yo he sentido con más intensidad que nunca la importancia, el valor de la presencia de los amigos en mi camino.
En estos días, he estado reflexionando con varios amigos al respecto del sentimiento tan especial que se da entre nosotros. Y llegué a la conclusión de que lo que siento por mis amigos es amor. Suena obvio, pero no lo es tanto. Resulta que solemos hacer una distinción a la hora de expresar el cariño a un amigo o a una pareja. Al primero le decimos te quiero, al segundo, te amo. Y una de las conclusiones a las que llegamos en estas reflexiones fue que el único sentimiento que existe entre dos seres humanos con un vínculo especial de cuidado, de cariño, de atención, de presencia, de gratitud… es el amor. Aplica sólo el te amo, el te quiero, se queda tibio.
Si hay un vínculo positivo, hay amor. Si el vínculo es inexistente o se está creando, o es ambiguo, entonces no hay amor, todavía… y entonces aplica el te quiero; pero se me ocurre que aplica en su sentido literal… te quiero como cuando queremos adquirir algo, que en este caso es amor por el otro. Te quiero es como decir te quiero amar… aunque aún no lo haga.
Cada vez me convenzo más de lo mucho que me gusta este barrio. Aprendo tanto, disfruto tanto, me “caen tantos veintes”, se derrumban tantos velos antes mis ojos. Es increíble estar en los 40. ¡Doy gracias de estarlos experimentando!
En este tema por ejemplo, es la primera vez que me pasa. Antes, para mi, amar era sinónimo de sufrimiento… el amor dolía. Y bueno, el gozo de amar y ser amado, bien valía la pena el costo del sufrimiento (¡Qué pensamiento tan limitante!) En estos tiempos, sin embargo, estoy experimentando algo distinto. Estoy viviendo lo que es amar sin que duela… ¡qué maravilla! Y no lo estoy viviendo con una pareja, sino con amigos.
Pensando mucho en ello, llegué a mi conclusión: el amor que sentimos por un amigo es tan puro, porque no está contaminado por otros elementos que se asocian e introyectan cuando hablamos de parejas. A saber: posesividad, celos, exclusividad, dependencia, y todo tipo de intereses.
Con un amigo, hay la profundiad e intimidad suficiente como para generar un genuino sentimiento de amor, sin esas otras variantes que suelen contaminarlo. Es un amor más gozoso, más transparente. ¡Es tan nutricio!
Y no digo que todas las amistades sean así (ni que todas las relaciones de pareja tengan esa limitante). Los seres humanos somos capaces de experimentar la amistad desde emociones tan perturbadas como las que describí que se asocian al amor de pareja, y por supuesto, también somos capaces de experimentar el verdadero amor en pareja, pero creo que ambos casos son menos comunes de lo deseable.
Ahora, para mi, el reto viene en aprender a relacionarme desde ese lugar con la pareja. Hoy, mirando en retrospectiva, me doy cuenta de lo mal que amé, de lo contaminado que estaba mi amor hacia mis parejas en el pasado. Y pienso que de haber vivido el amor de pareja como hoy vivo el de amigos, mis relaciones habrían sido mucho mejores.
Podría pensar que aprendí tarde. Pero no. Me parece que de no haber vivido todo lo que viví tal y como lo hice, no me habría sido posible aprender las lecciones que aprendí y experimentar otras dimensiones en la forma de amar.