¡Aquí estoy…!

¿Cuántas veces le damos más importancia a los eventos que suceden a nuestro alrededor que a lo que existe dentro de nosotras mismas?

¿Cuántas veces permitimos que nuestra percepción de lo que “nos pasa” se convierta en el centro de nuestra existencia y dejamos de escuchar nuestra voz interior?

Si eres de las bellas y fieles seguidoras de 40ymas.com te habrás dado cuenta de que han pasado ya dos semanas desde la última vez que compartí un artículo en este espacio. ¿Por qué? Precisamente porque me enfoqué en darle prioridad a mi experiencia externa, a los “problemas” de la vida, en lugar de crear tiempo para esto que es mi verdadera pasión.

Pero aquí estoy de vuelta decidida a SER yo misma y convencida de que nada ni nadie puede detener mi camino.  Decidida a seguir cantando, como bien lo dice la hermosa reflexión que comparto con ustedes a continuación y que espero les guste tanto como a mí…

Sigue cantando

¿Te has puesto a observar la actitud de los pájaros ante las adversidades?

Dedican días y días a hacer su nido, recogiendo materiales a veces traídos desde largas distancias.

Y cuando ya está terminado y están prontos para poner los huevos, las inclemencias del tiempo o la obra del ser humano o de algún animal lo destruye y tira por suelo lo que con tanto esfuerzo se logró.

¿Qué hace el pájaro? ¿Se paraliza, abandona la tarea?

De ninguna manera. Vuelve a comenzar, una y otra vez, hasta que en el nido aparecen los primeros huevos.

A veces, muchas veces, antes de que nazcan los pichones algún animal, un niño, una tormenta, vuelve a destruir el nido, pero esta vez con su precioso contenido.

Duele recomenzar desde cero. Pero aun así el pájaro jamás enmudece ni retrocede, sigue cantando y construyendo, construyendo y cantando.

¿Has sentido que tu vida, tu trabajo, tu familia, tus amigos no son los que soñaste? ¿Has querido decir basta, no vale la pena el esfuerzo, esto es demasiado para mí?

¿Estás cansado de recomenzar, del desgaste de la lucha diaria, de la confianza traicionada, de las metas no alcanzadas cuando estabas a punto de lograrlo?

Así te golpee la vida una vez más no te entregues nunca, di una oración, pon tu esperanza al frente y arremete.

No te preocupes si en la batalla sufres alguna herida, es de esperar que algo así suceda.

Junta los pedazos de tu esperanza, ármala de nuevo y vuelve a arremeter.

No importa lo que pase… no desmayes, sigue adelante.

La vida es un desafío constante pero vale la pena aceptarlo.

Y sobre todo… ¡nunca dejes de cantar!

De oruga a mariposa

Algo que muchas mujeres hemos aprendido después de los 40 es que las tormentas de la vida dejan huellas indelebles en nosotras que, aunque no siempre lo apreciamos en su momento,  son maravillosamente perfectas.

Muchas hemos vivido experiencias duras y tristes como lo es la muerte o enfermedad de un ser querido, la angustia de ser parte de una familia disfuncional, el dolor causado por el abuso físico o psicológico de nuestra pareja,  la decepción de perder una amiga de toda la vida, o la frustración de ser víctimas de un engaño por parte de alguien en quien confiábamos.

Todas y cada una de estas vivencias dejan una huella en nuestra vida y en la de los que nos rodean.  Son experiencias necesarias en el contexto completo de lo que es nuestra existencia, de lo que somos y de en lo que nos estamos convirtiendo.  Por eso, aunque no lo queramos aceptar, esas vivencias dolorosas son perfectas.

Recordemos que no estamos solas.  Somos parte de un universo maravilloso y todas las experiencias que vivimos tienen una razón de SER.  Este universo es como un gran mural en donde cada una de nosotras es una pincelada, y todas las pinceladas son necesarias para crear esa obra de arte.

¡Pero si duele!

Claro que duele.  Las tormentas de la vida pueden doler, y mucho.  ¿Qué digo yo?  ¡duelen muchísimo!

Pero no olvidemos que esas experiencias difíciles son las que nos ayudan a cambiar, a crecer, a transformarnos, a convertirnos en lo que somos y en lo que deseamos SER.  Esa es la forma en que la naturaleza funciona.

La naturaleza, por ejemplo, ha creado a la oruga, un insecto con poderosas mandíbulas que es bastante destructor.  La oruga una vez que ha crecido lo suficiente teje un capullo en donde lleva a cabo su metamorfosis. Al final de esta transformación milagrosa la oruga se convierte en mariposa, un SER hermoso que tiene que luchar con mucho dolor para poder deshacerse de ese capullo y comenzar su nueva vida.  ¡Así que el dolor de la mariposa vale la pena!

Por eso te invito a que cada vez que te enfrentes a una situación dificil pienses en la transformación de la oruga en mariposa, y recuerdes que cada desafío tiene una razón de ser y que tú tienes todo lo que necesitas dentro de ti para enfrentarlo, crecer, y continuar siendo la mujer bella y maravillosa que eres y que siempre serás.

No me malentiendas…

No hay nada más desgastante y triste que vivir la experiencia de un malentendido, especialmente cuando éste sucede con una persona querida.

A ninguna nos gusta discutir con alguien que amamos, y menos cuando al final de la discusión nos damos cuenta de que en realidad nunca existió problema alguno, sino que circunstancias externas son las que nos hicieron apreciar una situación determinada de una manera diferente.

Es que nunca me avisaste que llegarías tarde y me quedé esperándote” le reclamamos a nuestra pareja, para más tarde darnos cuenta de que nos envió un mensaje de texto (que nunca vimos) diciéndonos que estaba atorado en el tráfico.  “Te envié tres emails y nunca me contestaste mamá” nos dice nuestra hija que está estudiando lejos con lagrimas de frustración en los ojos, mientras que los mensajes han sido guardados sin nosotras saberlo en la charola de SPAM de nuestro proveedor de email.

Creo que a todas nos ha pasado algo similar en alguna ocasión y nos puede volver a suceder en cualquier momento.  La buena noticia es que los malentendidos se pueden evitar, o por lo menos los puedes hacer menos desgastantes si sigues estos tres sencillos consejos:

Recuerda la ley del espejo

Esto es lo mismo que decir “ponte en el lugar de la otra persona”.   Imagínate que estas sentada frente a la otra persona como si fueran la imagen en el espejo la una de la otra.  Ahora imagínate que alguien dice: “Volteen a su derecha”.  ¿Qué sucede?  ¡Exacto! Tu derecha es la izquierda de la otra persona.  Ni tu ni ella están “mal”, simplemente están viviendo la misma experiencia desde otro punto de vista.  Si reconoces esto te será más fácil lidiar con cualquier malentendido.

La tecnología es una bendición hasta que no lo es

¡Yo amo la tecnología! La amo porque me ayuda a mantenerme conectada con mi gente querida a pesar de la distancia.  La amo porque gracias a ella puedo conectarme con las más de 45mil mujeres que siguen este blog.  Pero la tecnología NO es infalible.  Los emails a veces se pierden en lo que yo llamo el “limbo tecnológico”, los mensajes de texto en ocasiones tardan hasta 24 horas en pasar de un usuario al otro, las líneas telefónicas pueden no conectar cuando queremos, etc.  Si estas basando la comunicación con tus seres queridos en el uso de tecnología, recuerda que esta puede llegar a fallar.  Simplemente no permitas que TUS relaciones fallen debido a eso.

Tú decides como vivir cada experiencia

Recuerda que la felicidad es una decisión y no una experiencia.  Tú tienes el poder de elegir SER feliz en una relación con o sin malentendidos.  Tu experiencia de felicidad en esa relación será el resultado de tu elección.  Elige en todo momento SER feliz y deja que los malentendidos sean simplemente eso y que NO te dicten como vivir TU vida.

Tu voz: “El síndrome de Simba”

Si bien es cierto que cada una de nosotras tenemos nuestra muy particular forma de vivir los cambios y enfrentar las verdades con las que nos topamos en la vida, son pocas las mujeres que tienen el don maravilloso de usar elocuentemente la palabra escrita para expresar sus sentimientos sobre un tema tan profundo.

Hoy comparto con ustedes una hermosa reflexión de una mujer de 40ymás que lo hace fabulosamente bien: Yolanda Arellano Brun.

Yolanda es comunicóloga de profesión, pero también es muchas cosas más.  Dejo que esta mujeraza sensible y alegre se presente con sus propias palabras: “Me  llamo Yolanda Arellano Brun, nací hace 44 años en la Ciudad de México, lo cual sin duda alguna, me hace poseedora de un cierto grado de locura…

Estudié toda  la vida en colegio de monjas y sistema tradicional de educación.  Al terminar el bachillerato quise ser arquitecta y estudié dos semestres de la carrera hasta que decidí que quería dormir.  Finalmente me titulé como licenciada en Comunicación y trabajé en el área de publicidad, medios y mercadotecnia durante varios años. Actualmente estudio traducción e interpretación y el resto del tiempo lo dedico a mis dos hijos, a mi marido y a hacer lo que me gusta. He vivido algunos años en el Caribe siguiendo a mi esposo en sus proyectos de hotelería. Amo leer, escribir, viajar y conocer diferentes culturas;  el arte, conversar, oir música, el cine, cocinar, y juego tenis aunque bastante mal.”

Las frases favoritas de Yolanda son: “Escucha tus voces interiores antes de que llegues a ser un Don Nadie con éxito” y “A las personas hay que quererlas, no entenderlas”.

El síndrome de Simba

Por: Yolanda Arellano Brun

El Rey León es para mí una de esas películas que encierra una sabiduría sobre circunstancias que todos vivimos en algún momento de nuestras vidas: la desobediencia, la traición, la vergüenza, la culpa, el auto-conocimiento, la evasión, la amistad, los reencuentros, el perdón y por supuesto el amor que al final del día es el centro de todo, el sentimiento maestro.

Ahora bien, quizá ustedes se pregunten ¿Qué es el síndrome de Simba?

Pues bien, para mí este síndrome se da cuando sufrimos el encuentro con una verdad que de frente se nos lanza a la cara y el shock es tal que tenemos que huir para poder digerirla – tal como Simba lo hace tras la muerte de su padre, lleno de culpa, remordimiento y sobre todo de una infinita tristeza.

Es que a veces nos pasan cosas que nos sacuden desde el fondo, y no crean que estoy hablando forzosamente de acontecimientos demasiado traumáticos, no, pueden ser las palabras que alguien nos dice, un programa de televisión, la música, o el voltear a examinar nuestra vida y ver que realmente, y para decirlo en el más entendible de los lenguajes: “La hemos regado gacho” (nos hemos equivocado gravemente).

Es entonces cuando muchos de nosotros salimos disparados buscando alejarnos, con nuestro enojo y vergüenza, porque no queremos ni que nos dé el sol.

Reconozco que para mí el hecho de hacer esto es realmente terapéutico, e invariablemente suceden dos cosas. La primera es que de tanto pensar y pensar puedo lograr un pasito más en el auto-conocimiento y me entiendo un poco más a mí misma, y la segunda es que al igual que Simba encuentro mi versión personal de Rafiki que me recuerda quien soy, las cosas que quiero, las cosas que me importan y las cosas que he determinado que guíen mi vida, que en un mundo tan acelerado y loco y por tantas circunstancias ajenas a mí suelo perder de vista más veces de las que quisiera. Y así finalmente logro darme cuenta de hasta dónde he metido la pata.

Durante todo este proceso paso de sentimiento en sentimiento y una parte de mí me alucina, “me cae gorda”, se enoja conmigo, me regaña, etc., etc., mientras la otra analiza las razones y me da consejos, me entiende, me apapacha y me dice que al final del día yo soy lo mejor que tengo y sólo yo puedo tener la fuerza de enderezar las cosas que no están bien, de regresar y ocupar el lugar que me corresponde en el “Círculo de la vida”; que las cosas buenas y malas que hago son experiencias que me hacen mejor persona, más humana, más comprensiva, más tolerante y que la primera persona a la que debo amar, respetar y perdonar es a mí.

Todo este show es lo que yo llamo “El Síndrome de Simba” y ¿saben qué?… he aprendido que siempre, siempre, vale la pena.