Hace unos días se llevó a cabo una masacre sin precedentes por un hombre que abrió fuego en dos mezquitas de Christchurch, un tranquilo pueblo de Nueva Zelanda. El último recuento de víctimas era de 50 fallecidos y más de 30 heridos que permanecen hospitalizados.
A partir de este triste evento, la primera ministra de ese país, Jacinda Arden, dio un gran ejemplo de liderazgo femenino al afirmar que jamás mencionará el nombre del autor de la matanza: “no le daremos nada, ni siquiera su nombre”, dijo la mandataria.
Su decisión me parece admirable y totalmente alineada con la de una mujer digna. Una mujer que sabe perfectamente que la persona que decidió cometer un crimen de tal magnitud no merece recibir reconocimiento alguno, mientras que las víctimas si merecen ser recordadas.
Y esto es de muchas maneras aplicable a nuestras propias experiencias de vida.
Tu “Christchurch” personal puede tomar diferentes formas: desde una relación abusiva, o un jefe ofensivo, o un compañero de trabajo grosero, o cualquier persona de la que sientas que estas recibiendo una agresión.
Lo más indicado en todas estas circunstancias es darte tu lugar y alejarte de esa persona, pero evidentemente no siempre es posible hacerlo inmediatamente. A veces toma algo de tiempo formalizar una separación o cambiar de trabajo, por ejemplo.
Lo que si puedes hacer, mientras te deslindas de la situación, es quitarle el poder a la persona que te está lastimando. ¿Cómo? Enfocándote en tu propia sanación, en tu propio desarrollo y crecimiento mientras dejas de pensar en tu agresor.
No mencionar o no darle importancia a esa persona no la va a hacer desaparecer, pero te va a ayudar a poner toda tu energía en la persona que más merece ser feliz: ¡TU!