No todo lo que brilla es oro…

No todo lo que brilla es oro

¿Te ha pasado alguna vez que tomas una decisión creyendo que realmente es la mejor, solo para darte cuenta que te dejaste llevar por algo trivial en lugar de algo significativo?

El casarte con un hombre sólo porque es guapo o rico, ignorando su forma agresiva o dominante de ser, o el aceptar un trabajo por el gran sueldo y prestaciones haciendo ojo ciego a la filosofía de la empresa en la que te estas metiendo, son dos ejemplos comunes de momentos en que un “brillante” exterior nos vuelve ciegas a la realidad de una persona o suceso.

La mayoría de las mujeres reaccionamos con frustración y un sentimiento de sentirnos “atrapadas” por la circunstancia.  Muchas otras se sienten víctimas de la vida por “empujarlas” a tomar la decisión incorrecta. Algunas simplemente deciden salir huyendo de la situación sin pensar dos veces en las posibles consecuencias.

Mi vivencia es que todas las decisiones que he tomado y de las cuales tarde o temprano siento que no son la mejor porque el brillo falso de las mismas me “hechizó”, han resultado ser una pieza importante en mi aprendizaje para convertirme en una mejor versión de mi misma.

Eso sí, NINGUNA vez esto ha sido evidente inmediatamente.  Han llegado a pasar meses, años y hasta décadas antes de ver cuál fue el verdadero papel de esa experiencia en mi crecimiento interior.

Esto no quiere decir que te sugiero que cuando te sientas en medio de una relación dañina o un trabajo agobiante, te quedes ahí esperando el mensaje que la vida te tiene.

Lo que si te invito es a no ser tan dura contigo misma cuando te das cuenta que podrías haber tomado otra decisión sobre cualquier circunstancia; y cuando esto suceda procures dar un pequeño paso hacia atrás y ver el para qué elegiste ese camino, como puedes hacer para disfrutarlo y no sufrirlo mientras cambias nuevamente tu dirección y enfocarte en seguir enriqueciendo tu vida con todo tipo de experiencias.

¡Porque finalmente TU eres la suma de TODAS tus experiencias!

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El club de los corazones rotos

“¡Es que me rompió el corazón!”… ¿Cuántas veces hemos dicho esta frase o se la hemos oído decir a alguna amiga? ¿Cientos de veces quizá? ¿O es que no es acaso la frase más usada por muchas mujeres cuando sentimos que somos “víctimas del desamor”?

¡A fin de cuentas es el tema de una infinidad de canciones, poemas, libros, series de televisión y películas!

Bueno, pues les tengo una buena noticia: ni somos víctimas, ni existe el desamor, ni nuestro corazón se puede romper.  A menos que nosotras ELIJAMOS que así sea.  Y la verdad es que no creo que ninguna de nosotras desee conscientemente “sufrir” de esa manera si tiene la opción de no hacerlo.

El entregarse plenamente en una relación (en este caso hablemos de una relación de pareja, aunque se puede tratar de cualquier tipo de relación) es una de las experiencias más bonitas que cualquier persona puede vivir, siempre y cuando estemos dando amor por la felicidad que nos causa darlo y no por que esperamos algo especifico a cambio.

El amor no se puede medir.  No es como la leche o el pan.  No viene en litros o en kilos. No te doy un kilo de amor esperando que me regreses mi kilito cuando yo lo necesito.  Si sientes que el amor se trata de eso, de un “te doy si me das…y si me lo quitas me muero”, probablemente lo que estás viviendo no es amor sino un enamoramiento (en+amor+miento).

Cuando damos nuestro amor realmente a alguien incondicionalmente es cuando lo hacemos por la experiencia que el dar amor nos hace sentir a nosotras y no solamente a nuestra pareja. Y como en el dar esta el recibir, esa experiencia de dar amor nos llena, nos completa, nos satisface.  Es la experiencia de DAR amor lo que logra que sintamos esto y no lo que la otra persona hace o deja de hacer.

Por eso si estas en una relación y de repente tu pareja decide que quiere terminar, es imposible que tu corazón “se rompa”.  Se romperá tu lazo con esa persona y se romperá la oportunidad de experimentar el darle amor a esa persona.  Eso te puede poner triste, y es normal, pero tu corazón sigue ahí a pie de cañón.

Tu corazón siempre está listo para que le des otra oportunidad de amar mucho y disfrutar de dar amor infinitamente. Porque para eso tenemos corazón y ese es precisamente su trabajo: ¡AMAR INCONDICIONALMENTE!

No lo hubieras hecho…

En nuestro vocabulario, las mujeres contamos con frases que usamos continuamente para comunicarnos con las personas que queremos, pero raramente nos detenemos a pensar en el efecto que éstas tienen en los demás.

“No hagas eso…”, es una frase limitante que como madres usamos mucho para proteger a nuestros hijos: “no te quites la bufanda”, “no te subas a la escalera”, “no andes en motocicleta”, “no llegues tarde…”  Cuando decimos lo anterior es porque deseamos mostrar a la otra persona que nos preocupa su bienestar y que no queremos que tengan problemas o sufran consecuencias graves debido a sus acciones.

Más o menos en la misma categoría cabe la frase “no lo vuelvas a hacer”: “no vuelvas a llegar a esa hora”, “no vuelvas a subirte a la azotea”, “no vuelvas a llamarle a esa persona”.  Son frases imponentes que a nadie le gusta escuchar, pero que sirven para entender que las secuelas de repetir una acción pueden dañarnos de alguna manera.

Pero hay una frase que, en mi opinión, no sirve para nada, no expresa nada, y no ayuda a nadie a nada: “No lo hubieras hecho…”

Piénsalo así, cuándo dices una frase como: “No le hubieras escrito”, “no hubieras ido”, “no hubieras contestado…” ¿qué le estás diciendo realmente a esa persona? ¿En qué la estás ayudando?

Lo hecho, hecho está.  Si alguien de tu entorno hace algo que tiene consecuencias, nada va a cambiar el que le reproches el haberlo hecho en primer lugar. Esa persona tomó una decisión y el decirle que “no la hubiera tomado” es una expresión de que no respetas su decisión.

Con esto no quiero decir que te quedes callada cuando sientes que alguien cercano a ti está creando una situación negativa para él o ella misma con base en sus acciones o decisiones.  Lo que te quiero invitar es a reflexionar en cómo puedes realmente entender la razón del por qué lo hizo para apoyarlo y ayudarle a crecer.

Qué tal si en lugar de lanzar un “no lo hubieras hecho”, le preguntas genuinamente y sin juicios  por qué decidió hacerlo.  Esta es una forma de realmente mostrar interés en las decisiones de la otra persona, de generar empatía, de iniciar una conversación que los lleve a conocerse mejor y en dónde estés realmente dando valor a su relación.

Porque recuerda que en el DAR está siempre el RECIBIR.

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Los que no merecen ser mencionados

Los que no merecen ser mencionados

Hace unos días se llevó a cabo una masacre sin precedentes por un hombre que abrió fuego en dos mezquitas de Christchurch, un tranquilo pueblo de Nueva Zelanda. El último recuento de víctimas era de 50 fallecidos y más de 30 heridos que permanecen hospitalizados.

A partir de este triste evento, la primera ministra de ese país, Jacinda Arden, dio un gran ejemplo de liderazgo femenino al afirmar que jamás mencionará el nombre del autor de la matanza: “no le daremos nada, ni siquiera su nombre”, dijo la mandataria.

Su decisión me parece admirable y totalmente alineada con la de una mujer digna. Una mujer que sabe perfectamente que la persona que decidió cometer un crimen de tal magnitud no merece recibir reconocimiento alguno, mientras que las víctimas si merecen ser recordadas.

Y esto es de muchas maneras aplicable a nuestras propias experiencias de vida.

Tu “Christchurch” personal puede tomar diferentes formas: desde una relación abusiva, o un jefe ofensivo, o un compañero de trabajo grosero, o cualquier persona de la que sientas que estas recibiendo una agresión.

Lo más indicado en todas estas circunstancias es darte tu lugar y alejarte de esa persona, pero evidentemente no siempre es posible hacerlo inmediatamente. A veces toma algo de tiempo formalizar una separación o cambiar de trabajo, por ejemplo.

Lo que si puedes hacer, mientras te deslindas de la situación, es quitarle el poder a la persona que te está lastimando. ¿Cómo? Enfocándote en tu propia sanación, en tu propio desarrollo y crecimiento mientras dejas de pensar en tu agresor.

No mencionar o no darle importancia a esa persona no la va a hacer desaparecer, pero te va a ayudar a poner toda tu energía en la persona que más merece ser feliz: ¡TU!

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