El reto de saber recibir

“¡Pero que bonito vestido traes puesto, se te ve muy bien! … Bueno, no es mío, es que me lo prestó mi hermana, yo no tengo ropa tan linda…”

¿Te reconoces? ¿Eres de las que nos cuesta mucho trabajo recibir un elogio, un halago, o hasta un regalo de los demás?

Desafortunadamente a muchas mujeres nos sucede precisamente esto.  Somos buenísimas para dar y regalar, pero a la hora de recibir, como que “nos atoramos”.

No estamos acostumbradas a estar del otro lado de la balanza del dar-recibir y simplemente no sabemos cómo manejar una situación tan sencilla como dar las gracias con afecto y sin una explicación del porqué merecemos, o no, ese regalo o ese cumplido.

Para muchas mujeres nos es más difícil recibir que dar. ¿Por qué? Porque el recibir nos pone en una posición vulnerable y el dar nos hace sentir fuertes y con poder.  Para gozar del proceso de recibir, debemos aprender a estar en contacto con nuestra vulnerabilidad y cómodas con esa parte de nosotras que acepta que SI TENEMOS NECESIDADES, y que está bien que no seamos las que siempre damos.

Piensa que cuando te pones en posición de receptora, lo que estás haciendo es empoderar a quien te está dando u ofreciendo algo, ya que esa otra persona se siente fuerte y poderosa con el acto de darnos eso: un obsequio, su tiempo, un abrazo, unas palabras bellas…

Por eso te invito a que la próxima vez que quieras hacer sentir realmente bien a alguien, ¡simplemente recibe lo que te este dando sin explicaciones, con gusto y sobre todo con mucho aprecio!

¿Cuál es tu carga?

Hay un cuento que me gusta mucho por su mensaje y porque cada vez que lo leo me hace reflexionar sobre todo eso que no he dejado fluir en mi vida por no permitirme vivir cada momento presente.

El cuento es anónimo, y no estoy segura si es de origen chino o japonés, pero va más o menos así:

“Dos monjes Zen iban cruzando un río cuando se encontraron con una mujer muy joven y hermosa que también quería cruzar, pero tenía miedo.

Así que un monje la subió sobre sus hombros y la llevó hasta la otra orilla.

El otro monje estaba furioso. No dijo nada, pero hervía por dentro. Eso estaba prohibido. Un monje budista no debía tocar una mujer y este monje no sólo la había tocado, sino que la había llevado sobre los hombros.

Recorrieron varios kilómetros. Cuando llegaron al monasterio, mientras entraban, el monje que estaba enojado se volvió hacia el otro y le dijo:

– Tendré que decírselo al maestro. Tendré que informarle acerca de esto. Está prohibido.

– ¿De qué estás hablando? ¿Qué está prohibido? -le dijo el otro.

– ¿Te has olvidado? Llevaste a esta hermosa mujer sobre tus hombros -dijo el que estaba enojado.

El otro monje se rió y le contestó:

– Sí, yo la llevé. Pero la dejé en el río, muchos kilómetros atrás. Sin embargo, tú todavía la estás cargando…”

Como el monje enojón del cuento, muchas veces insistimos inconscientemente en quedarnos “atoradas” en el pasado.  Nos olvidamos de dejar ir lo que nos molesta en el ayer y lo llevamos cargando por la vida dándole la importancia que ya no tiene en el hoy.

Gastamos nuestra energía en quejarnos de lo que fue, en lugar de ver las situaciones desde una nueva perspectiva.  No nos damos la oportunidad de crear nuestra propia vida día a día e instante a instante.

Por eso te invito hoy a reflexionar qué es eso que TÚ llevas cargando por la vida, qué es eso de lo que te necesitas liberar para vivir esta maravillosa aventura llamada vida más ligera y feliz.

¡Porque recuerda que la decisión de ser o no feliz siempre será TUYA y de nadie más!

Aprende a decir que NO

Tienes una semana ocupadísima.  Entre la familia, el trabajo y compromisos sociales tu agenda esta hasta el tope.  De repente un amigo te pide que le ayudes a hacer algo por lo cual no te va a pagar y que sabes que te va a llevar más tiempo del que tienes disponible. ¿Qué haces?

Estas a punto de mudarte de casa.  Tienes muchos gastos entre la mudanza y la inscripción a una nueva escuela para tus hijos.  Tu mejor amiga (o tu novio, o tu prima…) te cuenta que debe pagar algo urgentemente pero que no tiene dinero hasta dentro de una semana y te pide un préstamo.  ¿Qué haces?

Seguramente tu respuesta instantánea a las dos preguntas fue “le diría que no puedo”. Pero, piénsalo bien, ¿es eso lo que en realidad harías?  Estamos hablando de favores a personas que amas, cercanas a ti, de tu círculo más íntimo.

¿Les dirías que NO o harías a un lado tus propias necesidades por ayudarlos?

La mayoría de las mujeres simplemente no sabemos decir que NO.  Sentimos que decir que no a alguien que queremos es negarles nuestro amor.  Creemos que el decir que no es lo mismo que traicionar la relación.  Simple y sencillamente no soportamos el ver que una persona querida no tenga lo que desea cuando nosotras podríamos dárselo.

El problema es que en el proceso de darlo nos olvidamos de nosotras mismas.  Ya sé que siempre he dicho que en el DAR esta el RECIBIR, pero antes de dar a los demás debemos comenzar por darnos a nosotras mismas.

  • Da tiempo cuando tengas suficiente tiempo para ti misma
  • Da dinero cuando tengas suficiente dinero para ti misma
  • Da amor cuando tengas suficiente amor para ti misma

Debemos aprender a poner nuestros propios límites, a saber decir “hasta ahí y basta”, a reconocer en donde terminan nuestras necesidades y comienzan las de los demás.  A discernir sobre cuándo y a quien debemos dar Y A QUIEN NO.

Recuerda que si a alguien le disgusta que no hagas, o no des, lo que él quiere, el sentimiento de disgusto es suyo, así que ¡no lo hagas tuyo!  No permitas que nadie te haga chantaje por qué decides no dar o hacer algo con frases como: “rompiste tu promesa”, “nunca pensé que hicieras algo así”, “no eres una buena amiga”, “yo lo haría por ti.”

Agradezcamos la oportunidad que la vida nos da de hacer algo por los demás, pero cuando sea necesario decir que NO, sepamos decirlo con gentileza y firmeza a la vez.  Como toda mujer que respeta sus límites y exige que los otros los respeten también.

Recupera tu poder

Últimamente alguien me dijo que se sentía “decepcionado” de mí.   La verdad es que durante muchos años comentarios así me hacían sentir terriblemente mal, sin importar quién me los dijera.

Lo que pasaba es que, hasta que cumplí los 40 años, me dediqué a entregar mi poder a las personas que formaban parte de mi vida, permitiéndoles que afectaran mis sentimientos así como así.  Obviamente yo no hacía esto de manera consciente, pero vivía mi vida esforzándome por complacer a todas las personas de mi entorno.  Me la pasaba intentando evitar el decepcionar a alguien, y en el intento me olvidé de mi misma y de mi propio poder.

¿Por qué regalamos nuestro poder a los demás?

Como mujer de 40 y más, me he dado cuenta de que antes me pasaba dándole mi poder a los demás, permitiéndoles que hicieran de mi lo que quisieran. Ninguna de esas personas eran malas, claro que no, algunos ni siquiera sabían que yo les había entregado mi poder. Otras veces, simplemente entregue mi poder a alguien intentando no decepcionarlo al convertirme en esa persona que yo pensaba que EL esperaba que yo fuera.

Pero esa fue mi responsabilidad y solo mía.  YO fui quien entrego mi poder a otros. Yo solita. Nadie me obligó.

¿Cómo puedes recuperar tu poder?

La única manera de SER quien TU deseas ser en esta vida es recuperando tu poder como mujer y siguiendo tu verdad.  Esto puede ser una labor muy ardua para algunas y muy fácil para otras. Pero antes que nada es necesario reconocer que hemos dado nuestro poder a otra u otras personas.

Le damos nuestro poder a nuestro jefe cuando nos preocupamos si nuestras acciones nos van a costar a nuestro empleo; en lugar de simplemente dar lo mejor de nosotras mismas, dispuestas a aprender y sin permitir que el mal carácter o la mala disposición de los demás nos afecte.

Le damos nuestro poder a nuestros seres queridos todo el tiempo: “Sería una gran escritora, si tan sólo mi pareja me apoyara”, “Estoy tratando de comer más saludablemente, pero él no deja de traer a casa comida chatarra.” ¿En serio? ¿Esas personas tienen TANTA influencia sobre nosotras que les hemos dado el poder de decidir nuestras acciones y nuestros resultados?

Recuperar el poder es decisión de cada una de nosotras.  Si te cuesta trabajo confiar en ti misma para en manejar tu propio poder, y eres creyente, entonces intenta por lo menos dejarlo en manos de tu Dios (cualquiera que éste sea).

¿Y la decepción?

Recuerda que “decepción” no es más que un sinónimo de “no estás haciendo lo que yo quiero que hagas”.  Esto quiere decir que la decepción NO te pertenece.  Le pertenece a la otra persona que tiene sus propias expectativas sobre ti.  Expectativas que NO son tuyas cuando tú te encuentras en control de TU poder y sabes lo que quieres SER.

Esa persona que estaba decepcionada de mí tenía sus razones para estarlo. Yo había elegido hacer algo que era contrario a lo que el quería que yo hiciera. Y la verdad es que últimamente he decepcionado a muchos. Con esto no me refiero a hacerle daño a nadie, sino que en el proceso de recuperar mi poder me estoy dedicando a hacer las cosas que yo sé que me van a ayudar a crecer en mi vida personal, espiritual y profesional.  Y eso no siempre es del agrado de los demás.

¿Y tú? ¿Ya sabes quién tiene TU poder? ¿Estás lista para recuperarlo?