Me lo merezco

Ayer te invite a que completaras una frase en la página de Facebook de 40ymas.com.  La frase decía: “Este fin de semana me doy permiso de: _____”, y las respuestas de las amigas de este espacio que participaron fueron tan variadas como divertidas.

Esto me puso a pensar en el por qué es necesario recordarnos a nosotras mismas como mujeres de 40ymás que SI merecemos tomar un descanso, hacer una pauta en el camino, dejar la dieta de lado de vez en cuanto y darnos el gusto de comer un chocolate o una rebanada de pastel, dormir tarde, leer un libro, ser felices…

Lo que sucede es que creo que la mayoría de las mujeres somos muy buenas para boicotearnos la felicidad.

A veces no hacemos ningún esfuerzo por crearnos una vida mejor simplemente porque creemos que no la merecemos.

¿Y de dónde viene esta creencia negativa?

El creer inconscientemente que no merecemos una vida feliz puede remontarse a las primeras experiencias de nuestra infancia: de pequeñas nos dijeron que no podíamos tener lo que queríamos si no terminábamos toda la comida (incluyendo la sopa de espinaca que odiábamos), o si no limpiábamos perfectamente bien nuestra habitación o si no guardábamos los juguetes. “Si no limpias tu recámara, no te llevo a la fiesta”, es una frase que casi todas escuchamos de pequeñas (y que, ¡ojo! también hemos usado infinidad de veces con nuestros propios hijos).

Para merecer algo había que sufrir primero.  ¿O acaso no era así?

También puede ser que creamos no merecer algo porque estamos tratando de actuar según la opinión o las ideas de otra persona, que nada tienen que ver con nuestra propia realidad.

El hecho de tener algo bueno no tiene nada que ver con el que lo merezcas o no. Recuerda que lo que te obstaculiza para que esa bondad llegue a tu vida es tu falta de disposición para aceptarla.

Por eso hoy te invito a date permiso para aceptar lo bueno TODOS LOS DÍAS DE TU VIDA, independientemente de que creas en cualquier momento dado que no te lo mereces…. porque en realidad:

¡¡¡TU MERECES SER FELIZ!!!

40ymas el Libro

Nuevos comienzos

Nuevos comienzosLa Pascua, que se está festejando estos días en varios países, tiene un significado muy especial para muchas personas: ¡es una ocasión para celebrar nuevos comienzos!

Quizá te preguntaras qué nuevo comienzo tienes tú que celebrar si no está sucediendo nada novedoso en tu propia vida.  Probablemente sientas que tus días son todos iguales, que casi nunca sucede algo emocionante y que hace mucho tiempo que no tienes ilusión por que comience un nuevo día, porque no hay nada especial que festejar.

Pero piénsalo así: cada día tú tienes la oportunidad de celebrar el comienzo de algo, si así lo deseas.  Puede ser algo tan simple como celebrar el amanecer.  Despertarte temprano para abrir las cortinas de tu habitación y disfrutar como el sol sale y te regala un NUEVO día.  ¡Qué regalo tan maravilloso sentir que tienes frente a ti un día completamente nuevo para vivirlo!

Cada día tú tienes la oportunidad de disfrutarlo, sufrirlo, o simplemente sobrevivirlo.  La elección es tuya.

Igualmente cada día tú tienes la oportunidad de crear algo nuevo para ti: una nueva forma de hacer el desayuno, una nueva ruta para llegar a tu trabajo, una nueva actitud hacia las tareas cotidianas, una nueva tarea que siempre has deseado emprender y que no lo has hecho hasta ahora.

¿Qué es eso que deseas comenzar y que no lo has hecho por miedo, flojera o falta de tiempo?

¿Comenzar a hacer ejercicio? ¿Comenzar clases de pintura, de baile, de inglés…? ¿Comenzar un negocio o proyecto haciendo algo que te apasiona?

Recuerda que nadie más puede comenzar todo eso que deseas ser y hacer por ti.  NADIE.

Así que te invito a reflexionar que es lo que deseas comenzar HOY y que disfrutes viviendo la experiencia de crearlo para TI.

¿Balance o armonía?

El balance y la armonía son elementos indispensables para ser felices, pero ¿cuál es la diferencia?Es muy común escuchar decir que es bueno vivir una “vida balanceada”, pero raramente alguien expresa que también es importante vivir una “vida armónica”.   El balance y la armonía son elementos indispensables para ser felices, pero ¿cuál es la diferencia?

Una vida balanceada es en la cual aceptas que existen dos aspectos de todas y cada una de las experiencias que se te presentan, y que de TI depende el tomar lo que más te sirve de cada aspecto para crecer como persona.

Un ejemplo de vida balanceada sería el reconocer que dentro de ti existen dos tipos de energía: la femenina y la masculina, y que ninguna es mejor que la otra, sino que ambas simplemente SON y viven en tu SER.  Qué no necesitas olvidarte de tu aspecto femenino para sobresalir en este mundo regido primordialmente por la energía masculina; pero que el dejar de lado tu aspecto masculino tampoco te servirá de mucho.

El balance consiste en aceptar que así como existen el día y la noche, el calor y el frío, o la luz y la oscuridad, también dentro de nosotros viven emociones que pueden parecer opuestas, pero que en realidad son los dos aspectos de una misma energía.  El amor es el aspecto opuesto del miedo, la compasión es el aspecto opuesto de la ira, etcétera.

Una vida armónica es en la cual entendemos y aceptamos nuestro lugar en la sinfonía de la vida.

Con esto no quiero decir que vivir en armonía significa aceptar una vida de víctima, porque eso “te tocó vivir”.  Sino que aceptas que todo pasa por algo, y todo sucede en su justo momento.

La armonía consiste en reconocer que eres parte de un TODO, y que para que ese TODO sea feliz, pleno, y dichoso, todas sus partes tienen que serlo.  Vives en armonía cuando reconoces que tu felicidad individual es TU responsabilidad y que tienes un papel importantísimo en la felicidad colectiva de este mundo maravilloso en el que vivimos.

Cuando existe un balance en tu interior, tu vida inmediatamente se vuelve armónica.

Por esto hoy te invito a reflexionar sobre tu relación con tus propias emociones y sentimientos, y que hay de tu deseo de vivir en armonía contigo misma y tu entorno.

El resultado

La vida no es un resultado, es un procesoComo mujeres de más de 40 hemos vivido ya muchos años acostumbradas a que nuestra vida sea regida y juzgada en base a resultados: de pequeñas si no recogíamos nuestros juguetes, mamá no nos llevaba al parque; en la escuela si no sacábamos buenas calificaciones, nuestros padres nos regañaban; en el trabajo si no cumples con las metas de ventas mensuales, te arriesgas a perder tu empleo…

Vivimos tan enfocadas, obsesionadas, y hasta preocupadas en obtener buenos resultados en todo lo que hacemos que nos olvidamos de vivir y disfrutar del proceso.

Porque finalmente la vida es una sucesión de procesos, no solo de resultados.  La vida misma tiene un resultado.  Un único resultado que va a llegar tarde o temprano, nos guste o no nos guste: la muerte.

La muerte es el resultado de la vida, pero la vida también es un proceso.  No vivimos para morir, vivimos para disfrutar.

Con esto no quiero decir que te olvides de los resultados de los proyectos que emprendes, sino que te enfoques también en la belleza del camino que recorres para llegar a ese resultado.  Por ejemplo, si te pones a dieta “para bajar 5 kilos” es muy diferente que ponerte a dieta “para vivir más sanamente”.  ¿Te das cuenta?  Vivir sanamente es el camino que te va a llevar a bajar el peso que quieres,  el cual es más fácil de disfrutar y aceptar que si estas enfocada solo en los 5 kilos que te sobran.

“Estudio para crecer como persona” es muy diferente que “estudio para pasar la materia”; igual que “trabajo para superarme” es muy distinto que “trabajo para pagar la renta”.

Esto es precisamente lo que significa vivir plenamente.  Es el saber que estamos trabajando por algo y para algo: un sueldo al final del mes, una buena calificación al final del año, un reconocimiento o elogio por una labor bien hecha; pero que el sendero que escogemos para lograrlo puede ser tan dichoso o tan miserable como nosotras lo elijamos.

Vivir plenamente es disfrutar cada momento de la vida, porque cada instante es un regalo que llega a nosotras envuelto de miles de oportunidades para ser felices.