Ayer fui a dejar a mi hija a casa de una amiguita que vive en uno de los fraccionamientos más lujosos de la ciudad. “Aquí vive la gente más rica de la ciudad, ¿verdad mami?”, fue su pregunta, la cual sonó más bien a afirmación.
“No, le conteste sin pensarlo dos veces, porque si fuera así, yo viviría aquí”.
Esa corta platica me puso a reflexionar en todo eso por lo cual estoy agradecida en la vida. En todas esas riquezas que he tomado por un hecho y que rara vez me detengo a apreciar realmente por vivir distraída y enfocada en tonterías.
Mi fortuna hoy en día es inmensa. No la mido en tesoros físicos, sino en experiencias que han enriquecido mi vida durante mis 40 y más años de vida.
La existencia ha sido sumamente generosa conmigo y por eso le doy gracias.
Gracias, entre muchas otras cosas, porque…
- No tengo una casa de lujo, pero tengo un hogar que comparto con una hija que amo y que me ama.
- No tengo un auto de colección, pero tengo un cuerpo sano que me ayuda a conducirme firmemente por la vida.
- No tengo una cuenta de banco con millones, pero cuento con millones de experiencias propias y compartidas conmigo por mujeres maravillosas que pertenecen a este espacio y que han depositado en mí su cariño y su confianza.
- No tengo un avión propio, pero cuento con una capacidad creativa y de imaginación infinita que me lleva a atreverme a vivir experiencias exóticas y sumamente emocionantes.
- No pertenezco a ningún club exclusivo, pero tengo amigos sinceros y una familia que me ama como soy.