El reto de saber recibir

“¡Pero que bonito vestido traes puesto, se te ve muy bien! … Bueno, no es mío, es que me lo prestó mi hermana, yo no tengo ropa tan linda…”

¿Te reconoces? ¿Eres de las que nos cuesta mucho trabajo recibir un elogio, un halago, o hasta un regalo de los demás?

Desafortunadamente a muchas mujeres nos sucede precisamente esto.  Somos buenísimas para dar y regalar, pero a la hora de recibir, como que “nos atoramos”.

No estamos acostumbradas a estar del otro lado de la balanza del dar-recibir y simplemente no sabemos cómo manejar una situación tan sencilla como dar las gracias con afecto y sin una explicación del porqué merecemos, o no, ese regalo o ese cumplido.

Para muchas mujeres nos es más difícil recibir que dar. ¿Por qué? Porque el recibir nos pone en una posición vulnerable y el dar nos hace sentir fuertes y con poder.  Para gozar del proceso de recibir, debemos aprender a estar en contacto con nuestra vulnerabilidad y cómodas con esa parte de nosotras que acepta que SI TENEMOS NECESIDADES, y que está bien que no seamos las que siempre damos.

Piensa que cuando te pones en posición de receptora, lo que estás haciendo es empoderar a quien te está dando u ofreciendo algo, ya que esa otra persona se siente fuerte y poderosa con el acto de darnos eso: un obsequio, su tiempo, un abrazo, unas palabras bellas…

Por eso te invito a que la próxima vez que quieras hacer sentir realmente bien a alguien, ¡simplemente recibe lo que te este dando sin explicaciones, con gusto y sobre todo con mucho aprecio!

De oruga a mariposa

Algo que muchas mujeres hemos aprendido después de los 40 es que las tormentas de la vida dejan huellas indelebles en nosotras que, aunque no siempre lo apreciamos en su momento,  son maravillosamente perfectas.

Muchas hemos vivido experiencias duras y tristes como lo es la muerte o enfermedad de un ser querido, la angustia de ser parte de una familia disfuncional, el dolor causado por el abuso físico o psicológico de nuestra pareja,  la decepción de perder una amiga de toda la vida, o la frustración de ser víctimas de un engaño por parte de alguien en quien confiábamos.

Todas y cada una de estas vivencias dejan una huella en nuestra vida y en la de los que nos rodean.  Son experiencias necesarias en el contexto completo de lo que es nuestra existencia, de lo que somos y de en lo que nos estamos convirtiendo.  Por eso, aunque no lo queramos aceptar, esas vivencias dolorosas son perfectas.

Recordemos que no estamos solas.  Somos parte de un universo maravilloso y todas las experiencias que vivimos tienen una razón de SER.  Este universo es como un gran mural en donde cada una de nosotras es una pincelada, y todas las pinceladas son necesarias para crear esa obra de arte.

¡Pero si duele!

Claro que duele.  Las tormentas de la vida pueden doler, y mucho.  ¿Qué digo yo?  ¡duelen muchísimo!

Pero no olvidemos que esas experiencias difíciles son las que nos ayudan a cambiar, a crecer, a transformarnos, a convertirnos en lo que somos y en lo que deseamos SER.  Esa es la forma en que la naturaleza funciona.

La naturaleza, por ejemplo, ha creado a la oruga, un insecto con poderosas mandíbulas que es bastante destructor.  La oruga una vez que ha crecido lo suficiente teje un capullo en donde lleva a cabo su metamorfosis. Al final de esta transformación milagrosa la oruga se convierte en mariposa, un SER hermoso que tiene que luchar con mucho dolor para poder deshacerse de ese capullo y comenzar su nueva vida.  ¡Así que el dolor de la mariposa vale la pena!

Por eso te invito a que cada vez que te enfrentes a una situación dificil pienses en la transformación de la oruga en mariposa, y recuerdes que cada desafío tiene una razón de ser y que tú tienes todo lo que necesitas dentro de ti para enfrentarlo, crecer, y continuar siendo la mujer bella y maravillosa que eres y que siempre serás.

Ten fe en ti

El otro día leí una historia, la cual no he podido comprobar todavía si es real o mito, pero me gustó tanto su mensaje que la comparto hoy con ustedes:

Un día Picasso se encontraba haciendo un recorrido de una escuela con una persona que deseaba comprender por qué las instituciones educativas del país les fallan a sus alumnos.  Entonces Picasso entró a un salón de clases de niños de 6 años de edad y les preguntó: “¿quién de ustedes es pintor?” y todos los niños alzaron la mano. “¿quién de ustedes es bailarín? … ¿cantante? … ¿cuenta cuentos?”  Y después de cada pregunta todos los niños alzaron la mano.

Picasso fue entonces a otro salón e hizo las mismas preguntas.  Pero en esta ocasión se trataba de muchachos de 17 años y muy pocos de ellos alzaron la mano.

“Ahí está el problema” dijo Picasso.  Las escuelas no entrenan a los niños para ser pintores, bailarines, cantantes o cuenta cuentos.

¿Te identificas con la historia?  ¡Claro! A muchas de nosotras nos han hecho creer que no podemos SER todo eso que deseábamos ser cuando éramos más jóvenes o, peor aún, todo eso que deseamos SER el día de hoy.  ¡Pero por supuesto que podemos serlo!

La decisión de ser quien tu deseas SER no es de los demás, sino tuya.  Nadie te ha forzado a punta de pistola a vivir la vida que vives y tú puedes cambiar todo lo que no te gusta por eso que te apasiona simplemente si tienes FE en TI MISMA y en lo que eres capaz de hacer.

Recuerda que quejarse de algo NO es cambiarlo.

Recuerda que querer es poder.

Y nunca olvides que TU puedes hacer de tu vida lo que deseas, pues si tu no lo haces ¿entonces quién?

El video que comparto a continuación nos recuerda que todo, absolutamente todo, depende de nuestro estado mental.  Tu misma creas la realidad que estás viviendo y tienes la posibilidad de elegir si deseas una vida llena de amargura o una vida plena y llena de felicidad.

Todo es cuestión de tener FE en TI.

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¿Cuál es tu carga?

Hay un cuento que me gusta mucho por su mensaje y porque cada vez que lo leo me hace reflexionar sobre todo eso que no he dejado fluir en mi vida por no permitirme vivir cada momento presente.

El cuento es anónimo, y no estoy segura si es de origen chino o japonés, pero va más o menos así:

“Dos monjes Zen iban cruzando un río cuando se encontraron con una mujer muy joven y hermosa que también quería cruzar, pero tenía miedo.

Así que un monje la subió sobre sus hombros y la llevó hasta la otra orilla.

El otro monje estaba furioso. No dijo nada, pero hervía por dentro. Eso estaba prohibido. Un monje budista no debía tocar una mujer y este monje no sólo la había tocado, sino que la había llevado sobre los hombros.

Recorrieron varios kilómetros. Cuando llegaron al monasterio, mientras entraban, el monje que estaba enojado se volvió hacia el otro y le dijo:

– Tendré que decírselo al maestro. Tendré que informarle acerca de esto. Está prohibido.

– ¿De qué estás hablando? ¿Qué está prohibido? -le dijo el otro.

– ¿Te has olvidado? Llevaste a esta hermosa mujer sobre tus hombros -dijo el que estaba enojado.

El otro monje se rió y le contestó:

– Sí, yo la llevé. Pero la dejé en el río, muchos kilómetros atrás. Sin embargo, tú todavía la estás cargando…”

Como el monje enojón del cuento, muchas veces insistimos inconscientemente en quedarnos “atoradas” en el pasado.  Nos olvidamos de dejar ir lo que nos molesta en el ayer y lo llevamos cargando por la vida dándole la importancia que ya no tiene en el hoy.

Gastamos nuestra energía en quejarnos de lo que fue, en lugar de ver las situaciones desde una nueva perspectiva.  No nos damos la oportunidad de crear nuestra propia vida día a día e instante a instante.

Por eso te invito hoy a reflexionar qué es eso que TÚ llevas cargando por la vida, qué es eso de lo que te necesitas liberar para vivir esta maravillosa aventura llamada vida más ligera y feliz.

¡Porque recuerda que la decisión de ser o no feliz siempre será TUYA y de nadie más!