¿Por una razón, por una temporada o para toda la vida?

Una de las preguntas que muchas mujeres nos preguntamos cada vez que alguien nuevo entra en nuestra vida y causa un impacto en ella es si acaso esa persona ha llegado a nuestra vida por una razón específica…o si está ahí sólo por una temporada…o si tal vez llegó para quedarse para siempre.

En realidad, como cada una de nosotras es creadora de nuestra propia vida, tenemos el poder maravilloso de invitar a ella a las personas que necesitamos en un momento dado para crear cada una de las experiencias que hemos elegido vivir.

Si esto lo hacemos consciente o inconscientemente no cambia nada en realidad.  De hecho en metafísica a este fenómeno lo llaman “contratos de alma”, porque se cree que todos decidimos desde antes de nacer que personas van a ayudarnos a experimentar lo que hemos decidido vivir en esta vida.

Para mi hasta hace poco era “obvio” que las personas que han llegado y se han ido de mi vida (ya sea porque ellos y ellas decidieron marcharse o porque fue una decisión mutua) han estado allí por una razón especifica o simplemente “de paso” por una temporada. Pero yo pensaba que la experiencia debería de ser siempre una de doble sentido, es decir, “si yo estoy en tu vida por una razón, entonces tú estás en mi vida por la misma razón.”

¡Pero lo que me he dado cuenta después de cumplir los 40 es que no siempre es así!

Puede ser que nosotras estemos presentes en la vida de alguien por una razón, por ejemplo, para ofrecerle nuestro apoyo y amor incondicional en un momento que es difícil para esa persona; pero eso no significa necesariamente que la otra persona está en nuestra vida por esa misma razón. Esa persona se encuentra en nuestra vida para DARNOS LA OPORTUNIDAD DE VIVIR LA EXPERIENCIA de ofrecerle amor incondicional en un momento así, y no necesariamente para que ella nos dé a nosotras amor incondicional y apoyo.

Esto quiere decir que una vez que el momento difícil ha terminado para esa otra persona, entonces la experiencia se ha completado y ya no existe la necesidad de que continúe esa relación. Quizá nosotras tengamos la necesidad de tener a nuestro lado a alguien que nos ofrezca apoyo y amor en un momento difícil, pero él o ella no es necesariamente la persona que nos lo dará, porque esa persona no ha venido a nuestra vida por esa razón en particular. Tan simple como eso.

Sé que esto puede sonar como si las relaciones fueran limitadas a una sola experiencia a la vez entre dos personas, lo cual es algo que obviamente no es así. Si fuera así ¿cómo se explicarían las amistades duraderas? ¿Y cómo sería posible el amor eterno?

Lo que sucede en realidad es muy simple.  En el momento en que dos personas sienten el deseo de tener una conexión auténtica a nivel del alma, y ​​las dos personas deciden (consciente o inconscientemente) que ambos quieren vivir la experiencia de “experimentar todo” con esa otra persona, entonces la “razón” de esa relación se convierte simplemente en el SER una UNIDAD PARA TODA LA VIDA.

Así es como podemos llegar a tener una amiga querida (una amiga “del alma”) que vemos cada mil años y que vive del otro lado del mundo, y también es así como existen muchas parejas que continúan viviendo enamoradas después de 40 o 50 años juntos.

Por eso te invito a dar gracias siempre por las personas que han llegado a tu vida por una simple razón o por una breve temporada, y a apreciar el hermoso regalo que es tener a alguien en tu vida para siempre.

 

Tu voz: Encontré mi vocación después de los 40

Participación ganadora del concurso “Lo que hice por primera vez después de los 40”

Por Mónica López

Después de los 40 mi vida cambió y hoy mi plenitud es increíble con proyectos y propuestas que superan a las que tuve en otros momentos de mi vida.

Tuve mi familia, mis hijos -que son lo más lindo de la vida-  y mucha felicidad, pero cuando todo parecía transcurrir tranquilamente la vida me golpeó fuerte, porque me dejó sola a cargo de la familia.  Sufrí, lloré, me enojé, pero no me decaí. ¡Salí!

Si, salí al mundo con otra actitud: Le puse el pecho y decidí que era el momento mío, todo dependía de mí y eso me dio mucha fuerza.

Estudié y me recibí de profesora de Lengua y Literatura a los 45 años. Sí, me recibí de profesora y con toda la ilusión puesta en un futuro desconocido que se abría frente a mi… conseguí mis primeras escuelas… trabajé y aprendí desde el llano.

Hice el camino con fuerza y mucha ilusión.

Hoy que me faltan unos meses para cumplir 50 años vivo de mi profesión, estudio en la Universidad Nacional de Rosario para obtener una Maestría en Literatura y me siento dueña de mi vida.

Por esto yo digo que comencé después de los cuarenta, tomé fuerzas de mi experiencia y de mi sentido común para construir el camino que creía conveniente para esta etapa de la vida.

Y para sellar esta reflexión, lo más importante: “¡Descubrí mi vocación!” Disfruto enseñando y conviviendo con los adolescentes su aprendizaje y una parte del camino de nuestras vida.

Me mantiene viva, joven e ilusionada el saber que cada mañana me levanto a realizar una tarea que me completa como persona, ciudadana y mujer. ¡Me da felicidad!

Y lo descubrí a los 40ymás.

Un abogado insiste que las mujeres son mejores que los hombres

Siempre he pensado que el hábito de compararnos con los demás no es algo que nos sirva para crecer como personas.  La única persona con la que es útil compararnos es con  nosotras mismas, y eso cuando es con el propósito de crear una mejor versión de lo que somos día con día.

Pero dicho esto debo confesar que cuando me enteré de lo que se trata el libro que acaba de publicar Dan Abrams no pude resistir la tentación de compartirlo con ustedes en este espacio de 40ymas.com. Dan Abrams insiste en que las mujeres somos mejores que los hombres.

En su entretenido  libro Abrams simplemente se dedica a presentar hechos. Usando diversos estudios como pruebas, el carismático abogado presenta su caso insistiendo en que las mujeres somos mejores que los hombres en muchísimas áreas.  El larguísimo título de su libro lo dice casi todo: ”El hombre decaído: prueba más allá de toda duda razonable de que las mujeres son mejores policías, conductores, jugadoras, espías, líderes mundiales, catadores de cerveza, inversionistas y casi todo lo demás.”

A la mayoría de las mujeres esto no nos sorprende.  Lo que nos sorprende quizá es el hecho de que sea un hombre el que publique un libro que parece poner las cosas finalmente en claro.  Que sea un hombre el que nos recuerde que como mujeres tenemos la capacidad de sobresalir en TODO lo que deseamos y que merecemos un trato igualitario en el ámbito social y laboral.

Mejores estudiantes, mejores doctores, mejores dentistas, mejores manejando inversiones, ¡mejores hasta en evitar que nos parta un rayo! (aparentemente el 82% de las personas a las que les cae un rayo encima son hombres).

Por supuesto que existen estudios que comprueban que los hombres son mejores atletas que nosotras, se estacionan mejor, ven mejor objetos distantes y saben leer mapas más efectivamente.  Existen estudios que dicen que los hombres tratan a sus amigos mejor que como las mujeres tratamos a nuestras amigas. ¿Será?

Finalmente, lo importante no es quien es mejor que quien.  Sino que tanto hombres como mujeres aprendamos a reconocer y a aceptar tanto nuestras diferencias como similitudes.  Que las valoremos, las respetemos y sobre todo que las disfrutemos.

Porque a fin de cuentas a eso venimos a este mundo: ¡a disfrutar y no a competir!

Tu voz: Después de los 40 renací y aprendí a disfrutar de la vida

Participación ganadora del concurso: “Lo que hice por primera vez después de los 40”

Por: Fanny Villagra

Nunca me gustó festejar mis cumpleaños, siempre prefería que mi marido me invitara a cenar fuera.  Pero ese año fue diferente, cumplía 40, era un número al que la mayoría de las mujeres le tememos, pero yo quería “tirar la casa por la ventana”.  Así lo hice, una gran fiesta de gala, con mi familia y amigos.

Pero ahí quedó todo, la vida continuó igual.  Mis cuarenta continuaron igual.

Sin darme cuenta muy bien como pasó todo, como tan rápido llegue a esa situación, el día que cumplí 43 años fue el mas triste de mi vida: se me vino el mundo encima, solo vi oscuridad, solo quise desaparecer, solo quise irme con él…

El amor de mi vida, el padre mis hijos, mi amigo, mi amante, fue al cielo a convertirse en mi “ángel”.

Allí se marcó mi vida, allí sentí que se acababa, que ya no tenia mas nada que hacer acá.  Mis hijos grandes, casi con sus vidas armadas.  Sentía que nadie me necesitaba, que no le hacía falta a nadie, es decir, me sumergí en una absoluta obscuridad.

La depresión comenzó a mandar en mi vida. Llene mi cuerpo, mis sentimientos, emociones, y pensamientos de medicamentos.  No quería sentir, ver, pensar, nada, no quería VIVIR.  La vida continuaba, todo seguía su curso, los momentos pasaban, pero yo no me sentía allí, yo sentía que el tiempo se había detenido.

Una mañana desperté, abrí la ventana de mi habitación, había un bello sol iluminando y dando su calor, corría una brisa que tocaba mi piel y lograba hacerme “sentir”. Sentir…ese era mi miedo.  No sabía si volvería a sentir amor, pasión, dolor, rabia. ¡Nada! Solo deseaba sentir algo.

Pero logré darme cuenta que estaba viva, que respiraba, y me sentí agradecida por eso.

En ese momento tomé una gran decisión: decidí que volvería a VIVIR.

A mis 40 y tantos, VOLVI A NACER.  Sentí que era otra mujer, sentí que me debía a mi misma el volver a quererme, volver a ser yo misma, única, feliz.

Nunca dejé de serlo, pero durante 23 años fui más esposa, madre, compañera.  Las mujeres nos dejamos un poco de lado.

No hice nada extraño, nada fuera de lo común, no me tiré en paracaídas, ni he aprendido a bailar Tango, pero he logrado otras cosas importantes, como sentir que soy otra persona, otra mujer, que aprende de a poco a vivir, que aprende a sentir, a seguir mi camino con la frente en alto, sin importar lo que piensen los demás, sin importar si les gusta o no quien soy ahora.  Solo me importa estar bien conmigo misma, quererme tal como soy, respetarme.

Aprendí que las cosas simples de la vida son importantes, el disfrutar un día soleado o tan solo encantarme con una luna llena que ilumina mi jardín.

Aprendí a amar sin esperar nada a cambio…  a dar, entregar, hacer feliz a los demás.

Aprendí a agradecer por todo lo bello que la vida me ha entregado y lo que me sigue entregando.

Aprendí a valorar y a aceptar a las personas tal como son, sin pretender cambiarlas…  y a la vez aprendí que no debo cambiar yo por nadie, tan solo por mi misma.

Aprendí a sentir que estoy en la mejor etapa de mi vida, con una madurez justa, con la juventud dentro de mi corazón, con ganas de hacer cosas, moverme por esta tierra, descalza, sintiendo cada partícula de mi cuerpo, tan solo eso sentir.

Aprendí a mirar la vida con ojos positivos, abriendo los brazos para recibir el amor, la abundancia y la energía que emana de la vida.

Aprendí a dejar el pasado atrás, solo a quedarme con los hermosos momentos vividos…  Aprendí a no angustiarme por el futuro, porque no sabemos que pasará mañana…  Aprendí a disfrutar el hoy, ahora, este momento es cuando estoy respirando, suspirando…

Hoy puedo decir con absoluta certeza, alegría y agradecimiento, que lo que hice por primera vez a mis 40 y tantos es ¡RENACER A LA VIDA Y CONVERTIRME EN UNA NUEVA MUJER DE 45 AÑOS!