El secreto para crecer como persona

En el proceso de conocernos mejor a nosotras mismas, crecer como personas y conectarnos con nuestra verdad, muchas mujeres de 40 y más hemos probado casi de todo. Desde meditar, hacer yoga, practicar una religión, atender retiros espirituales, leer libros de gurús y expertos en superación personal, hasta hacer cursos sobre astrología o numerología.

Todo esto está perfectamente bien si sientes que te ayuda a apagar tu mente del ruido externo y a escuchar mejor los deseos de tu corazón. Si te ayuda a fomentar la reflexión y a vivir de una manera más abierta y consciente de que es lo que realmente estás haciendo y siendo en este mundo.

Pero la realidad es que tu verdadero crecimiento como mujer nunca va a suceder cuando estas en ese espacio de paz total. Donde realmente te enfrentaras con la verdadera TÚ es en los momentos en que algo te altere.

Tu YO molesto, tu YO enojado, tu YO frustrado es probablemente un estado más frecuente que tu YO meditativo. Es muy común en la sociedad actual que un embotellamiento de tráfico, una noticia en la radio, un comentario fuera de lugar, o hasta leer un tweet o un post en Facebook nos altere la paz de un segundo al otro.

Es en esos momentos difíciles donde tenemos la verdadera oportunidad de crecer. Cuando estamos en proceso de actuar de la misma manera que hacemos siempre a un estímulo externo que nos molesta – con agresividad, enojo o frustración – y en lugar de reaccionar decidimos responder de una manera diferente, es exactamente en ese momento en que verdaderamente logramos dar un paso hacia la mujer que todas deseamos ser: una mejor versión de nosotras mismas.

Mi invitación es simple: la próxima vez que suceda algo que no te guste, recuerda que tienes frente a ti una fantástica oportunidad de crecimiento personal y de demostrarte a ti misma que tú tienes el poder de decidir si reaccionas como siempre lo has hecho o si creas una nueva situación a partir de tu respuesta.

La vida es como un río

Muchas veces se ha usado ya la analogía del fluir del río para contrastarlo con el fluir de la vida, donde el agua que observas o en la que nadas nunca será la misma de un momento al otro.

Pero creo que estarás de acuerdo conmigo en que la comparación puede ir un poco más allá. Cuando observas el recorrido de un río te das cuenta que tiene diversas etapas en su trayectoria hacia el mar. Igual que nuestra vida no es siempre constante, en el río hay momentos en donde el agua fluye tranquilamente y otros, como en los rápidos y las cascadas, en donde hay mucha actividad y estrés. Estas características del río son invariables.

Lo que puede variar es cómo decidimos cada una de nosotras viajar por el río. Las posibilidades en ese caso son casi infinitas: puedes elegir usar una balsa profesional con un equipo sofisticado, o recorrer algunos tramos sentada en un neumático con remos de juguete, o decidir aventurarte a nadar de vez en cuando. Puedes escoger usar herramientas que te ayuden a navegar mejor o recorrer el río con los ojos vendados como el personaje de Sandra Bullock en la película de Bird Box.

¡La decisión es totalmente tuya!

Igual que es tu decisión si prefieres recorrer el río total o parcialmente sola, o con amigos, o con familia, o con pareja. Si prefieres que tu recorrido sea un proyecto donde apoyas a otros a lograr cruzarlo, o si escoges solo enfocarte en sufrir los tramos difíciles, o quizá en disfrutar del paisaje y así aprender algo de cada parte del trayecto por muy duro que sea.

Te invito a recordar que finalmente todos los ríos llegan al mismo lugar: un mar al cual no le importa lo largo o corto, lo complicado o apacigüe, lo ruidoso o silencioso del recorrido. El mar, al final, recibe a cada uno de los ríos sin importarle de dónde vienen o cómo llegaron.

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Turbulencia a 30 mil pies de altura

¿Te has dado cuenta alguna vez que lo que sucede cuando vuelas en un avión es muy similar a lo que sucede cuando estás pasando por un momento difícil en tu vida?

Un avión llega a alcanzar velocidades cercanas a los 900 kilómetros por hora, es decir, se mueve extremadamente rápido.  Si pudieras viajar sentada en una de sus alas, seguramente el ruido, el frío y la sensación de movimiento a esa velocidad y a esa altura serían insoportables.  ¡Sería como vivir en una constante turbulencia a 30 mil pies de altura!

Por otro lado, sentada dentro del avión, en un vuelo sin contratiempos, la sensación puede ser de absoluta tranquilidad.  Casi no se siente el movimiento y puedes descansar o pasar un momento bastante pacífico sin sentir molestia alguna.

Lo anterior se parece mucho a lo que puedes experimentar cuando pasas por un momento de cambio en tu vida.  Realmente todo depende de si decides enfocarte en tu mundo exterior o en tu mundo interior.

Cuando te enfocas solamente en tu mundo exterior, en tu mente, en el “¿qué dirán?”, el “¿qué pasará?” y en los “¿por qué?”, un cambio o un problema puede percibirse como un acontecimiento que, por llegar veloz y repentinamente a tu vida, se encuentra fuera de tu control.

Pero cuando decides conectarte con tu mundo interior, con tu paz interior, con tu corazón, con esa mujer que TU eres (y no con la mujer que el mundo TE DICE que eres), te puedes enfrentar a los cambios o situaciones duras que se presentan en tu vida con mucha más tranquilidad, sabiendo que tú decides el efecto que esa situación tendrá en tu presente y en tu futuro.

Como en un avión, nosotras no somos el piloto de la nave.  Simplemente somos pasajeras que confiamos en que el destino, el Universo, Dios, la vida, el Creador, la Creadora (o como tú le llames a la fuente creadora de los que ERES) nos está llevando justamente a donde debemos estar, cuando debemos estarlo.

Nuestro trabajo no es elegir el destino, sino el lugar que deseamos en ese viaje. 

El lugar puede ser dentro del avión; o dentro del avión observando por la ventanilla lo que sucede afuera sin que esto te afecte; o sentada sobre el ala del avión sufriendo el frío y la turbulencia.

Por eso te invito a que la próxima vez que se presente un momento turbulento en tu vida, reflexiones sobre cómo decides afrontarlo:

¿Enfocada en lo que te dice tu mente y en lo que te dicen los demás? ó…

¿Siguiendo lo que te dice tu corazón sabiendo que todo tiene una razón de SER y que es tu decisión si sufres o aprendes de ese momento?

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Las dos palomitas azules

Si eres usuaria de WhatsApp sabes exactamente a lo que me refiero; si no, te explico con gusto que la famosa aplicación de chat te indica cuando la otra persona ya leyó tu mensaje con dos palomitas azules.

Mientras tu último mensaje sea un “hablamos luego” o “adiós” o algo similar, es de esperar que la conversación termine en las dichosas palomitas azules y no hay problema. La molestia surge cuando contactas a alguien para preguntarle algo, o charlar, compartir algo, ver cómo se encuentra, o cualquier otro asunto, y pasan varios minutos, u horas o días de que el mensaje fue leído y no recibes respuesta alguna.

Dicen por ahí que cuando alguien te ignora o te rechaza tu cuerpo produce la misma reacción química que cuando te haces una herida física. Y muchas mujeres sentimos que alguien nos “deje en dos palomitas azules” es una clara forma de rechazo.

El rechazo, en todas sus formas, es indudablemente doloroso, pero creo que lo importante es aprender de la experiencia y no permitir que te defina. El secreto es poner cada situación en perspectiva y no generalizar. Si por ejemplo experimentas un rechazo que está relacionado con una oferta laboral, no te declares a ti misma incompetente. O si se trata de un rechazo de una persona con la que tienes un interés personal, no concluyas que no sirves para tener relaciones amorosas.

La opinión del que te rechaza es SUYA, y nada tiene que ver con quien tú eres. Recuerda que lo que los demás piensan de ti solo es verdad si tú permites que así lo sea.

Mi invitación es que la próxima vez que te sientas ignorada o rechazada te preguntes “¿para qué está sucediendo esto y qué puedo aprender de esta situación?” De esa manera en lugar de solo tolerar el dolor que la experiencia te pueda causar, mejor usas la oportunidad para seguir creciendo como persona.

Al fin de cuentas “las dos palomitas” pueden ser buenas maestras, ya que nos indican las relaciones o conversaciones que sí vale la pena seguir fomentando y cuales es mejor dejar de lado porque no las necesitamos ya que no nos sirven para ser felices.

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